lunes, 16 de julio de 2018

Las paradojas del fútbol


Ahora que el Mundial 2018 en la Rusia de Putin llega a su final, es un buen momento para valorar el impacto del fútbol en la economía, la sociedad y la política.

En lo económico, este deporte espectáculo se consolida como una actividad muy relevante porque tiene lo esencial para todo negocio exitoso, una elevada demanda, representada por millones de consumidores ávidos de buen fútbol​ cada semana.

Y el negocio crece, porque la fiebre del fútbol se expande por el mundo, nadie se escapa de su hechizo, es el deporte rey. Cuenta con más de 1.600 millones de aficionados. Una comunidad de 240 millones de personas, 1,5 millones de clubs, y genera un PIB de medio billón de dólares.

A nivel político, desde la aparición del arte deportivo para competir en las ciudades griegas, la competencia no siempre ha sido solo entre atletas, sino por otros objetivos a menudo ocultos. Es conocido el uso como poder blando de este deporte en el campo de la política bajo regímenes totalitarios y militares, o para aprovechar los contactos, establecer relaciones, aumentar la popularidad o mejorar la imagen de un país. Tampoco se han librado algunos países democráticos. En Italia, Silvio Berlusconi aprovechó el trampolín que le proporcionó el Milán para acceder luego a encabezar el Gobierno de su país.

A nivel social, la pelota ha logrado más que la política tanto en la integración como en destacar la riqueza y las posibilidades de la diversidad en las sociedades europeas.

El fútbol ha ayudado a la integración cultural y étnica y es una encarnación de la diversidad. Las selecciones de Alemania, Francia y Bélgica, entre otras, incluyen jugadores nacidos en África, Sudamérica y el Caribe, o nacidos de padres que emigraron de Argelia, Marruecos, Camerún, Malí, Togo, Mozambique... Es el caso de la selección francesa o la belga que han disputado el liderazgo del Mundial de Rusia o de la selección alemana, que ganó el Mundial de Brasil de 2014 con jugadores de ascendencia turca, africana y magrebí.

La magia del fútbol reúne a equipos nacionales compuestos por jugadores de diferentes orígenes étnicos, todos defendiendo la misma camiseta y colores con pasión. Son la mejor respuesta a las estrechas tendencias ultranacionalistas que los partidos europeos de extrema derecha pretenden explotar. Una paradoja ante las olas racistas de los conservadores europeos defensores de las banderas e identidades únicas.

Lamentablemente, estos avances en la integración en el fútbol no reflejan la difícil realidad experimentada por muchas comunidades, y la de los inmigrantes y refugiados en Europa.

Entre los valores positivos, tenemos el ejemplo de entrenadores de fútbol como Pep Guardiola, Jürgen Klopp o Robert Martínez, que para obtener lo mejor de sus equipos diversos, han desarrollado maneras de motivar al personal con una acción firme y coherente y construyendo y fortaleciendo la cultura de equipo. Algunos directivos de empresa y algunos políticos podrían tomar nota para mejorar su manera de gestionar y conciliar realidades diversas.

También es cierto que hay quien ve el fútbol como un modelo basado en el culto a sus figuras y la glorificación del esfuerzo físico en lugar del esfuerzo intelectual. Hay una ausencia de una conciencia crítica entre el público, ya que cada partido proporciona una felicidad ilusoria e instantánea, y, en muchas ocasiones, se retratan como ideales, sentimientos machistas o racistas.

No tenemos que olvidar importancia de la participación femenina en este deporte, como signo de igualdad y diversidad, y hay que apoyar que, a pesar del enorme esfuerzo, el fútbol femenino sigue sin disponer de suficiente repercusión mediática ni la adecuada inversión económica.

Pero, con el enfoque adecuado, el fútbol en particular puede contribuir al desarrollo atrayendo un cambio social, facilitando el respeto mutuo y un mejor entendimiento. La competición deportiva puede unificar, puesto que todos podemos ser parte de él, sin tener en cuenta ideologías políticas, sexo, raza o religión. El deporte puede ser uno de los instrumentos para abordar la violencia e inseguridad en las regiones en conflicto y para ofrecer mejores oportunidades a los jóvenes. Más allá de choques de civilizaciones o de la confusión provocada por el fanatismo o la ignorancia.

El deporte puede impulsar la capacidad para adquirir y producir conocimiento, que es un factor fundamental de competitividad. El carácter polivalente del fútbol le permite abarcar funciones educativas, sociales, de salud, además de económicas. Valores positivos como los que transmite, y la pasión con la que lo viven los jóvenes y que fastidia mucho a los grupos que expanden el terror, a los extremistas políticos y a los que aprovechan la división para crecer.

El fútbol, a pesar de muchas contradicciones, tiene una vertiente positiva: puede ayudar a la integración, promocionar la diversidad, crear marcos de encuentros en un momento en que se multiplican los desencuentros y los muros. Millones de fans y seguidores quieren vibrar de emoción con sus futbolistas y sus equipos preferidos más allá de colores, naciones, religiones... Es seguramente el mensaje que se podría lanzar en estos momentos de creciente tensión entre los extremistas de todos los ámbitos y lados.

Crónica Global, Opinión-Pensamiento, Viernes,13 julio 2018

lunes, 2 de julio de 2018

Barcelona: La logística como apuesta

El mapa del transporte mundial está cambiando. Emergen nuevos actores y potencias o regiones y nuevas ciudades como centros de distribución internacionales. El comercio mundial evoluciona y el modelo de potencias marítimas que llevaba siglos transportando cargas a través de alta mar está dando paso a un futuro más multidireccional y multimodal.

En esta nueva dinámica China empieza a ejercer una mayor influencia. El lanzamiento de la nueva ruta de la seda, una iniciativa con una enorme inversión, tiene como objetivo reorganizar el comercio intercontinental a través de una nueva red de conexiones marítimas y terrestres entre Asia, Europa y África, basada en las antiguas rutas comerciales, y el Mediterráneo es clave para China.

Por mar circulan el 80% de las mercancías y alrededor del 50% del petróleo. Ante esta expansión de China en los puertos del Mare Nostrum, es urgente liberar el potencial económico de la región. Hay que apostar por la integración y construir una estrategia mediterránea económica y financiera unificada que impulse las inversiones, la construcción, la modernización y gestión de las infraestructuras imprescindibles y que permita crecer y competir con otras regiones.

Hace más de 2000 años se creó el primer concepto de puerto libre o puerto franco, entre caldeos, fenicios y cartagineses para facilitar el comercio en el Mediterráneo. Pero el Mare Nostrum corre el riesgo de perder su liderazgo a pesar de sus ventajas naturales: una situación estratégica entre tres continentes y acceso a cientos de millones de habitantes. Pero necesita más integración de las infraestructuras, desarrollar la interconexión del sur, urge crear una red de comunicación terrestre, aérea y marítima eficiente y impulsar los corredores multimodales. Y solo puede hacerse realidad con una alianza regional y su asociación con Europa.

Se debe actuar para transformar esta gran plataforma logística decisiva en los flujos entre este-oeste. Y la mejor opción para canalizar las cargas entre Asia, África y Europa. En esta escenario de cambios, Barcelona tiene mucho que aportar y es la alternativa más eficaz y ágil también económica a otras opciones portuarias europeas.

Barcelona, por su situación geográfica, sus capacidades e infraestructuras podría consolidarse como la gran plataforma del sector logístico y de transporte del Mediterráneo aunque la competencia será dura. Debe prepararse ante los retos que se avecinan. La apuesta por las infraestructuras debe seguir siendo prioritaria, especialmente el corredor mediterráneo y la creación de redes y servicios logísticos de mayor eficiencia.

Transformar Barcelona en un centro logístico para el Mediterráneo representa una alternativa: un híbrido que reduce la tensión entre la integración global y la capacidad de respuesta local. Tanto las organizaciones internacionales y regionales como las grandes empresas multinacionales pueden seleccionar la ciudad como sede, plataforma o como una base natural para cubrir o ampliar su expansión en mercados vecinos y como centro de enlace para toda la región mediterránea.

Barcelona es el primer centro logístico del Mediterráneo, es única y diferente de otros enclaves. Dispone en un reducido espacio de un gran puerto, tanto para mercancías como para pasajeros y cruceros. También la zona de actividades logísticas más importantes del sur de Europa, un gran aeropuerto internacional, una zona franca, Mercabarna y una gran feria de congresos de referencia para el sector en el sur de Europa y el Mediterráneo: el Salón Internacional de Logística (SIL) que ya es el hub anual de reflexión, discusión y negocios. Esta oferta dota a Barcelona de una oportunidad única para liderar la logística regional.

El peso del sector logístico es muy importante a nivel mundial. Sin una logística efectiva, la economía no puede desarrollarse; una logística eficiente contribuirá a reducir el coste total de los productos para la exportación, importación y distribución en el mercado interno. Es simplemente sangre para la economía, un gran apoyo para el ecosistema industrial y una verdadera palanca para el crecimiento y la competitividad. La creciente internacionalización requiere poner un especial énfasis en el rendimiento global de las redes de distribución y suministro.

Un ejemplo es la macroampliación del canal de Suez en Egipto y la importancia que puede tener para Barcelona y sus terminales de contenedores. Una parte importante del tráfico de contenedores que pasa por el canal de Suez se podría descargar en Barcelona y cargarlo en trenes con destino a Europa central, con lo que la mercancía podría llegar a su destino en 48 ó 72 horas. Si se descargase en Barcelona la totalidad del barco, a continuación se podría volver a cargar con los contenedores llegados asimismo por ferrocarril desde Europa central con destino a Oriente, y el barco podría volver a zarpar mucho más rápidamente.

Apostar por la integración mediterránea cambiaria las tendencias y beneficia a todos los componentes de la región. Atraería empresas internacionales, aumentaría las exportaciones e impulsaría la creación de puestos de trabajo y de empresas locales. Esto impactaría positivamente en todos los países de ambas orillas, especialmente España y Italia. Cerrar las brechas existentes entre ambas orillas no será fácil, pero lograrlo significaría una red de transporte más efectiva, más comercio y desarrollo, y en esto Barcelona tiene el alcance y la ambición para convertirse en actor clave en la escena logística internacional, una apuesta ganadora.

Crónica Global, Opinión-Pensamiento, Jueves, 31 de Mayo 2018