martes, 28 de julio de 2015

Libano, éxodo sirio y colapso regional

Líbano tiene ahora la mayor población de refugiados por habitante en el mundo. Esa enorme densidad está teniendo un efecto devastador, el país está sumido en un conflicto regional que trasciende sus fronteras y ha creado una conmoción sin precedentes en su tejido social, político y económico. Los 1,5 millones de refugiados sirios registrados han incrementado su población en una cuarta parte. La afluencia es enorme, alimenta las tensiones internas e incrementa el miedo del pequeño territorio a convertirse, una vez más, en un campo de batalla, un choque que se prolonga en el tiempo y cuyo alcance es multifacético. Además de estas masivas llegadas, hay 500.000 refugiados palestinos acogidos en territorio libanés desde 1948, un gran reto para el país mientras las guerras siguen haciendo estragos en Siria e Irak.

Toda la región sufre mientras el conflicto bélico en Siria se enroca, y las consecuencias llegan hasta las costas europeas, pero el impacto en Líbano es enorme. El país intenta implicar a la comunidad internacional para compartir esta responsabilidad colectiva de una manera significativa, ya que se quiere prevenir el colapso económico y la inseguridad. Pero la peor parte del problema está siendo asumido por los que menos pueden permitírselo. Cada vez es más difícil para los refugiados sirios y libaneses pobres sufragar los gastos básicos para vivir.

La economía del Líbano se ha visto afectada por el colapso en Siria, un país que representaba el 25% de sus exportaciones, y por la falta de confianza de los inversores por la vulnerabilidad a los conflictos regionales. Es una republica con un delicado equilibrio entre confesiones y no tiene presidente desde mayo del 2014. Su Parlamento se ha renovado asimismo sin elección hasta el 2017. Además, el discurso extremista gana terreno con la llegada de los yihadistas, que intentan pescar en aguas revueltas provocando el peligro del enfrentamiento entrelas poblaciones suní y chií.

La estabilidad política actual es el resultado de un compromiso de los grandes actores de la escena, Arabia Saudí, Irán y EEUU, para excluir el Líbano de los conflictos regionales. Las conversaciones entre las facciones libanesas han permitido tener un Gobierno de pacto nacional que funciona a pesar de los desacuerdos en las grandes asuntos como la elección de un presidente, los presupuestos o la neutralidad en la guerra siria.

Si el conflicto sirio explica en parte la inestabilidad, las raíces de la situación se encuentran principalmente en la naturaleza del sistema político libanés, debido a que sus formaciones son confesionales. Como resultado no hay un consenso nacional sobre la política exterior. Cada vez que hay un gran conflicto en la región, las diversas corrientes políticas se colocan según sus alianzas externas, lo que se proyecta sobre la sociedad. Así se vivió el fenómeno en 1958 (la época del presidente egipcio Nasser) y en la guerra civil (1975-1990).

En el 2005, el asesinato del exprimer ministro Rafik Hariri fue un terremoto que sacudió el el país y derribó todos los entendimientos, provocando una profundización de la crisis interna. Hoy, a las puertas del dictamen del tribunal internacional especial para el Líbano, creado para juzgar a sus presuntos asesinos, los libaneses viven una confrontación, incapaces de dar con una solución a una ecuación con justicia, seguridad y Estado.

Tampoco hay que olvidar la presencia de las fuerzas internacionales en la frontera con Israel y que cuentan entre sus efectivos con 580 soldados españoles. El temor a que sean víctimas de mensajes violentos, con destino a terceros, tiene una probabilidad muy alta. El Ejército libanés, último bastión de unidad, ha declarado la guerra total contra el terrorismo, pero su poder real es limitado. Hay un ejército paralelo y potente de Hizbulá que provoca que algunas comunidades intenten crear milicias similares, lo que alimenta la fragmentación de las instituciones y socava su autoridad. El espectro de la guerra civil de 1975-1990 no está lejos. Un escenario que los libaneses quieren evitar a toda costa.

El Estado libanés moderno, con menos de un siglo de vida, ha sufrido experiencias desconocidas para otras naciones con historias milenarias: una larga guerra civil de 15 años, invasiones extranjeras, el malestar sociopolítico, problemas de seguridad y esta importante afluencia de refugiados. Líbano ha sobrevivido a todos estos choques. De hecho, no es una sorpresa su reconocida capacidad de recuperación. Pero de momento no hay señales de ningún respiro para el país de los cedros, que observa con honda preocupación lo que sucede en su frontera oriental.

El periódico de Catalunya, Opinón Pag.8, Miércoles 8 de julio de 2015

lunes, 13 de julio de 2015

Suez doble canal

Egipto abrirá el nuevo Canal de Suez el  6 de agosto, diez meses después del inicio de las obras que coincidieron con la llegada al poder del presidente Al Sisi que quiso inaugurar su mandato con un proyecto emblemático en un país que vive grandes cambios políticos y sociales.

Los trabajos en este canal, inaugurado en el año 1869, coinciden con la ampliación del Canal de Panamá, y con el nuevo canal Atlántico-Pacífico de Nicaragua. El canal de Suez es una arteria vital por donde pasa el 20 % del comercio marítimo de todo el mundo: 25.000 naves al año. Es la ruta marítima más rápida entre Europa y Asia. El coste total del proyecto asciende a 7.438 millones de euros. Se estima que los ingresos pasaran de los 4.535 millones actuales a 12.243 millones de euros al año. El nuevo canal podrá satisfacer la tendencia mundial de aumentar el tamaño de los buques, lo que implica el transporte de grandes cantidades de mercancías, reducir el coste de transporte y el tiempo de espera y favorecer el comercio internacional.

El megaproyecto reforzara a Egipto en un rol de importancia estratégica vital en la geopolítica global, y le consolidará como Hub de comercio y logística, al crear un centro internacional logístico de 76.000 kilómetros cuadrados en tierra, y un corredor de 160 kilometros de largo alrededor del canal. Además de numerosos proyectos vinculados, con unos ingresos estimados de 90,6 millones de euros. Egipto, podría multiplicar sus ingresos al 259% y crear un millón de nuevos puestos de trabajo y nuevas ciudades industriales.

La economía egipcia depende de tres fuentes sensibles: el Canal, las remesas y el turismo, combinados con el apoyo de EEUU, la Unión Europea y el Golfo. Se enfrenta a tres principales escollos en el camino hacia la recuperación: la baja productividad, la inestabilidad política y la situación financiera mundial. El desempleo, la vivienda, una mala distribución de la riqueza y la amplia brecha social son sus males. El desafío será conseguir una transformación radical. Habrá que fortalecer el sistema, luchar contra la corrupción y la burocracia, apoyar al sector privado y atraer inversión.

Egipto impulsará también ambiciosos proyectos como viviendas, líneas de trenes, metro, puertos, plantas  eólicas y solares, aguas residuales, plantas eléctricas o refinerías entre otros. Si se consolida la estabilidad, el país será testigo de una gran cantidad de nuevas oportunidades. Una nueva era económica dependerá de la transparencia y del buen gobierno para construir un gran y emergente Egipto para su gente.

Expansión, Edición Catalunya, Opinión, Pag.2. Jueves, 9 julio 2015

jueves, 2 de julio de 2015

Diplomacia e Internacionalización

Dimecres, 01/07/2015
http://www.economiadigital.es/es/notices/2015/06/diplomacia-y-internacionalizacion-73493.php



 La exportación o la internacionalización se han convertido para muchos países y empresas en los últimos años de crisis en un imperativo inaplazable, y un objetivo fijo de una estrategia que se debe adoptar en una economía sin fronteras.

En un mundo globalizado, cada país pretende un mayor desarrollo económico y social y mejorar el nivel de vida y el bienestar de su población, la economía pasa a ser una prioridad en la política exterior.

Los embajadores a parte de su labor diplomática tienen ahora como cometido la promoción económica de sus países, ser introductores de empresarios que quieran vender sus productos, servicios o proyectos, y conseguir favorables acuerdos comerciales y financieros con el país en el que están asignados. La política se ha vuelto más importante y todo es menos predecible.

La mayoría de los países mantienen relaciones directas entre ellos a través de sus embajadas, consulados, misiones permanentes y representaciones en organismos internacionales. Su propósito principal es el intercambio y mantenimiento de relaciones políticas, culturales y económicas.

El mundo cambia. Nuevas potencias emergen y mueven ficha. Las relaciones de carácter internacional no pueden improvisarse. Cada día se ponen a prueba y contínuamente se tienen que evaluar los objetivos y resultados.

La liberalización y la competencia internacional es hoy una realidad. Ignorar este desafío sería peligroso. Ante esta competencia, es preciso tener un dispositivo flexible y activo, capaz de responder a todos los actores con potencial comercial.

Para obtener resultados a la altura de las ambiciones de internacionalización son precisos los enlaces de calidad, fiables, eficaces, próximos al mercado y bien situados en primera línea. Las embajadas y oficinas comerciales son imprescindibles porque disponen de una cobertura geográfica excepcional, conocimiento del terreno y de las comunidades de negocios. Son claves en la conquista de nuevos mercados.

La competitividad de un país se mide por su potencial de internacionalización o creciente capacidad para exportar productos, bienes y servicios, es decir, para garantizar el equilibrio externo a medio plazo. Para ello, la formula es la innovación, la productividad, la formación continua, la marca y la acción exterior.

Un factor para la competitividad internacional reside en la importancia de diversificar la economía. Al aumentar el comercio con el resto del mundo, aumentará la competitividad frente a la competencia de otros países, liberando el mercado de productos y servicios.

La competición es cada vez más acentuada en lo que concierne al proceso de internacionalización, la atracción de las inversiones, la integración en la economía mundial, la conservación del nivel de la inversión nacional y la diversificación de las inversiones sectoriales y geográficas. Esto no será posible sin la incorporación activa de la diplomacia, lo que permitirá una acción más vigorosa y más sinérgica entre actores políticos y económicos implicados en el proceso.

En los países de mayor tradición democrática, la política exterior se considera política de Estado, cuyos principios y objetivos se establecen a largo plazo, independientemente de los colores políticos que puedan tener con las alternancias en el poder. La gran mayoría de los diplomáticos, técnicos comerciales o funcionarios del servicio exterior son profesionales especializados.

¿Quiénes mejor que las poderosas sedes diplomáticas o consulares para ayudar y asesorar a las empresas y promocionar la marca país y a sus empresas en todo el mundo? Para ello, hay que construir consensos, unir a los actores y movilizar los recursos disponibles para poner a la diplomacia y a su inteligencia al servicio de la economía nacional.

Las políticas públicas deben tener como prioridad la internacionalización, que se ha convertido en el principal reto para los gobiernos. Hoy en día, los ciudadanos y las empresas esperan políticas efectivas de crecimiento, de desarrollo, prosperidad, una distribución equitativa de la riqueza, etc. En definitiva, el bienestar colectivo. Que el Estado esté al servicio de esta política como regulador, árbitro y soporte.

El desarrollo de una estrategia global de internacionalización requiere que las empresas conozcan los mercados con entornos diferentes. Esto implica el dominio del proceso de investigación a gran escala y la capacidad de analizar adecuadamente la información para tomar la decisión acertada puesto que la información en bruto es la materia prima de la inteligencia económica. La primera misión del Estado en esta cuestión es organizar estos activos de información y asesoramiento, darles consistencia y establecer las normas de su uso.

Para impulsar una estrategia coherente al servicio de la internacionalización, hace falta una coordinación y una política transversal al servicio de todos, que reúna al mayor número de partes interesadas en torno a una visión común y que las estructuras sean capaces de priorizar esta estrategia.

Esto obliga a profundizar en las relaciones entre economía exterior y diplomacia, redefinir el papel de gobiernos y las empresas en el marco de una nueva asociación en un mundo global. Para ello se requiere la selección de los instrumentos idóneos, el establecimiento de las prioridades correctas, confiar en los procesos de ejecución a la vez que se potencian las redes diplomáticas en el exterior para vertebrar una estrategia de apoyo a las empresas y para impulsar el éxito futuro.

Está demostrado que un país se coloca en la parte superior cuando su economía crece y se hace más grande.