Egipto abrirá el nuevo Canal de Suez el 6 de agosto, diez meses después del inicio de las obras que coincidieron con la llegada al poder del presidente Al Sisi que quiso inaugurar su mandato con un proyecto emblemático en un país que vive grandes cambios políticos y sociales.
Los trabajos en este canal, inaugurado en el año 1869, coinciden con la ampliación del Canal de Panamá, y con el nuevo canal Atlántico-Pacífico de Nicaragua. El canal de Suez es una arteria vital por donde pasa el 20 % del comercio marítimo de todo el mundo: 25.000 naves al año. Es la ruta marítima más rápida entre Europa y Asia. El coste total del proyecto asciende a 7.438 millones de euros. Se estima que los ingresos pasaran de los 4.535 millones actuales a 12.243 millones de euros al año. El nuevo canal podrá satisfacer la tendencia mundial de aumentar el tamaño de los buques, lo que implica el transporte de grandes cantidades de mercancías, reducir el coste de transporte y el tiempo de espera y favorecer el comercio internacional.
El megaproyecto reforzara a Egipto en un rol de importancia estratégica vital en la geopolítica global, y le consolidará como Hub de comercio y logística, al crear un centro internacional logístico de 76.000 kilómetros cuadrados en tierra, y un corredor de 160 kilometros de largo alrededor del canal. Además de numerosos proyectos vinculados, con unos ingresos estimados de 90,6 millones de euros. Egipto, podría multiplicar sus ingresos al 259% y crear un millón de nuevos puestos de trabajo y nuevas ciudades industriales.
La economía egipcia depende de tres fuentes sensibles: el Canal, las remesas y el turismo, combinados con el apoyo de EEUU, la Unión Europea y el Golfo. Se enfrenta a tres principales escollos en el camino hacia la recuperación: la baja productividad, la inestabilidad política y la situación financiera mundial. El desempleo, la vivienda, una mala distribución de la riqueza y la amplia brecha social son sus males. El desafío será conseguir una transformación radical. Habrá que fortalecer el sistema, luchar contra la corrupción y la burocracia, apoyar al sector privado y atraer inversión.
Egipto impulsará también ambiciosos proyectos como viviendas, líneas de trenes, metro, puertos, plantas eólicas y solares, aguas residuales, plantas eléctricas o refinerías entre otros. Si se consolida la estabilidad, el país será testigo de una gran cantidad de nuevas oportunidades. Una nueva era económica dependerá de la transparencia y del buen gobierno para construir un gran y emergente Egipto para su gente.
Los trabajos en este canal, inaugurado en el año 1869, coinciden con la ampliación del Canal de Panamá, y con el nuevo canal Atlántico-Pacífico de Nicaragua. El canal de Suez es una arteria vital por donde pasa el 20 % del comercio marítimo de todo el mundo: 25.000 naves al año. Es la ruta marítima más rápida entre Europa y Asia. El coste total del proyecto asciende a 7.438 millones de euros. Se estima que los ingresos pasaran de los 4.535 millones actuales a 12.243 millones de euros al año. El nuevo canal podrá satisfacer la tendencia mundial de aumentar el tamaño de los buques, lo que implica el transporte de grandes cantidades de mercancías, reducir el coste de transporte y el tiempo de espera y favorecer el comercio internacional.
El megaproyecto reforzara a Egipto en un rol de importancia estratégica vital en la geopolítica global, y le consolidará como Hub de comercio y logística, al crear un centro internacional logístico de 76.000 kilómetros cuadrados en tierra, y un corredor de 160 kilometros de largo alrededor del canal. Además de numerosos proyectos vinculados, con unos ingresos estimados de 90,6 millones de euros. Egipto, podría multiplicar sus ingresos al 259% y crear un millón de nuevos puestos de trabajo y nuevas ciudades industriales.
La economía egipcia depende de tres fuentes sensibles: el Canal, las remesas y el turismo, combinados con el apoyo de EEUU, la Unión Europea y el Golfo. Se enfrenta a tres principales escollos en el camino hacia la recuperación: la baja productividad, la inestabilidad política y la situación financiera mundial. El desempleo, la vivienda, una mala distribución de la riqueza y la amplia brecha social son sus males. El desafío será conseguir una transformación radical. Habrá que fortalecer el sistema, luchar contra la corrupción y la burocracia, apoyar al sector privado y atraer inversión.
Egipto impulsará también ambiciosos proyectos como viviendas, líneas de trenes, metro, puertos, plantas eólicas y solares, aguas residuales, plantas eléctricas o refinerías entre otros. Si se consolida la estabilidad, el país será testigo de una gran cantidad de nuevas oportunidades. Una nueva era económica dependerá de la transparencia y del buen gobierno para construir un gran y emergente Egipto para su gente.
Expansión, Edición Catalunya, Opinión, Pag.2. Jueves, 9 julio 2015
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