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lunes, 15 de diciembre de 2014

25 años de desunión del Magreb

Han pasado 25 años desde la fundación de la Unión del Magreb Árabe (UMA) con un resultado decepcionante que no está a la altura ni de las aspiraciones de los pueblos de la región, ni de los desafíos que afronta la comunidad internacional en la zona. No se ha logrado ninguna integración entre los cinco países de la Unión -Argelia, Marruecos, Túnez, Libia y Mauritania-, lo que ha causado gran desorden y perdida de oportunidades, en un contexto de globalización y agrupaciones regionales.

Un factor clave son las diferencias políticas entre Argelia y Marruecos, por el contencioso del Sáhara Occidental y el cierre de sus fronteras desde hace 20 años. Ambos países representan el 75% del total de la población y el 70% del PIB de la zona. Además, es preocupante que la proporción del gasto militar en el PIB se ha incrementado en un 19% en Marruecos y en más del 65% en Argelia, un derroche sin precedentes.

El mundo se mueve para la formación de bloques económicos y zonas de libre comercio y mercados de consumo integrados, pero el Magreb sigue ausente de la escena internacional, económica y comercial. Las diferencias internas o la seguridad y la política oscurecen las afinidades y complementariedad en sectores como la energía, la agricultura, el turismo, los minerales, los recursos humanos y la proximidad a los mercados europeos, árabes y africanos.

Unos 100 millones de personas

En el conjunto de los países del Magreb viven 100 millones de personas con una media de edad de 24 años, y una riqueza estimada en medio billón de dólares. El superávit fiscal alcanzó los 30.000 millones de dólares, y las reservas de divisas superaron los 352.000 millones de dólares. Ante la presión demográfica la región debe crear 20 millones de puestos de trabajo en el año 2020 para mantener la estabilidad. Pero la falta de una verdadera integración está impidiendo atraer inversiones y el crecimiento insuficiente cuesta pérdidas económicas de 8.000 millones de euros anuales. Además, el comercio interno magrebí es el menos integrado en el mundo un 3,3% , frente al 62% de la UE o el 26% de ASEAN, que agrupa a países del sureste asiático.

El impacto de la crisis global se ha percibido profundamente en todos los sectores de las economías norteafricanas, contribuyendo a un aumento del proteccionismo comercial y a un debilitamiento de la inversión. Pero los países del Magreb precisan estimular la diversificación económica y crear empleo.

La solución existe, está en casa, y es conocida: pasa por la reactivación de la Unión del Magreb Árabe. Sumando fuerzas tienen todo a ganar con economías de escala importante, un potencial real de crecimiento y un gran mercado de consumidores. En 10 años, el Magreb podría ganar hasta un 30% de PIB si finalmente decide abrir sus fronteras. De lo contrario, corre el riesgo de faltar otra vez a su cita con la historia.

El gasoducto del Magreb

De la misma manera, que la Unión Europea comenzó como una unión del carbón y del acero en la década de 1950, los recursos de la región pueden servir para unir. Un ejemplo es el gasoducto del Magreb desde el desierto argelino a España a través de territorio marroquí, en uso desde 1996, y que benefició a Rabat y Argel y pero también a España.

La posible integración atraería a empresas internacionales y la creación de miles de puestos de trabajo en una zona donde el paro alcanza cifras importantes (20%). Podría hacer ganar anualmente a cada país de la región 5.000 millones de dólares, la creación de más 2.500 pymes, un aumento de las exportaciones y un 3% del PIB. La idea es tentadora. Tal vez, tras décadas de lucha interna regional, la conveniencia económica podría dar lugar a un mercado único magrebí. Esto impactaría positivamente en países como España e Italia ya que las necesidades de esta región se transformarían en oportunidades para sus vecinos europeos.

Urge encontrar la manera de superar el conflicto político a través de la economía, como pasó entre Francia y Alemania tras la segunda guerra mundial. Pero las diferencias políticas se han incrementado, especialmente tras la 'primavera árabe'. La región vive una situación de incertidumbre: crisis económica en Europa -su primer socio económico-, guerra en Libia, Túnez esperando consolidar su revolución, cambios constitucionales en Marruecos y Mauritania e intentos graduales muy lentos de reformas en Argelia. Esto indica que estamos en una etapa clave y los países del Magreb no pueden esperar ya que el riesgo es ver que solos no puedan hacer frente a las exigencias. Son tiempos decisivos y el papel de la sociedad civil es clave. Los países del Magreb tienen que transformar la amenaza de fractura económica en una oportunidad, construir un futuro común, y convertir su debilidad en fortaleza.

El Periódico, Opinión. Pag. 8, Martes 9 de diciembre de 2014

martes, 22 de marzo de 2011

Harán falta sacrificios de todas las partes


Los acontecimientos de estos días representan una escalada en el conflicto del Sáhara Occidental, que dura desde hace más de 35 años, y un capítulo más de la lucha soterrada que Marruecos y el Frente Polisario han mantenido en los últimos meses. Sin embargo, el asalto al campamento de Gdeim Izik no era el mejor punto de partida para la tercera ronda de negociaciones directas, que comenzó el lunes en EEUU, con la presencia de Mauritania, Argelia y la ONU. El enviado especial de Naciones Unidas, Christopher Ross, apuntaba que esta ronda no podía ser una repetición de las anteriores e insinuaba la urgencia de alcanzar una solución definitiva pero no impuesta. Está por ver si en este clima será posible avanzar, pese a las esperanzas depositadas en esta vía de negociación iniciada hace tres años.

Hace unas semanas se levantó el campamento, con el objetivo de protestar por el deterioro de las condiciones de vida y exigir viviendas dignas y el derecho a un trabajo. Pero la protesta ha derivado en una operación contundente que ha costado la vida a civiles y policías, y ha devuelto el tema saharaui a la primera plana. Este era uno de los objetivos del Polisario, mientras que Rabat lo intentaba evitar, en la semana en que Marruecos celebra el aniversario de la Marcha Verde de 1975. No hay que olvidar que la mayor parte de la sociedad y los partidos políticos marroquís consideran el Sáhara Occidental parte de su unidad territorial. En este tema no hay fricciones internas, y el rey de Marruecos, Mohamed VI, tuvo que hacer un discurso muy duro para atender al clamor nacional.

Sin duda hay que evitar el sufrimiento de miles de personas cuyo único delito es vivir en los campamentos, tanto en el Sáhara como en Tinduf (Argelia), en condiciones inaceptables. Hay que primar su derecho a una vida digna y libre, sin explotación ni presiones. Este podría ser un primer paso en la dirección correcta.

Este conflicto ha impactado en el proceso de la construcción de la Unión del Magreb Árabe. Paradójicamente, es un momento crítico que exige aunar voluntades, reparar las grietas y buscar salidas para ganar las apuestas de futuro y así responder a las aspiraciones de los pueblos del Magreb. En este proceso Argelia y Marruecos son los actores principales. Deben superar las diferencias políticas y buscar salidas para el conflicto del Sáhara, fomentar la estabilidad en la región y neutralizar el peligro que representa Al Qaeda del Magreb Islámico.

Es conocida la herencia histórica, la sensibilidad y el apoyo que la causa de los saharauis tiene en muchos ámbitos políticos y de la sociedad civil en España, pero no podemos olvidar la necesidad de unas relaciones estratégicas prioritarias con Marruecos. España tiene que seguir su política de proponer espacios que ayuden a aproximar las posiciones.

Se trata de una crisis de enorme complejidad. Cada parte parece fuerte y débil a la vez, y la lógica de la solución está en asumir entre todos los grandes sacrificios. Ninguna de las partes quiere ser responsable del fracaso de las negociaciones, pero la fórmula para buscar una solución global donde encuentren respuestas la aspiración de los saharauis y la integración del Magreb debe implicar la participación de todas las partes bajo el paraguas de la ONU y, sobre todo, pensando en el futuro de toda la región.

El Periódico, 10 de Noviembre de 2010