jueves, 30 de noviembre de 2017

Arabia Saudita: Evolución o Revolución

Arabia Saudita vive acontecimientos históricos impensables hasta hace poco en un reino hermético, ajeno a los cambios y agarrado a las tradiciones. El responsable es el Príncipe Heredero Mohammed Bin Salman.

La velocidad con la que el príncipe lanzó sus iniciativas y campañas, especialmente la última contra la corrupción, con la detención de 14 príncipes, ministros y varios hombres de negocios de la elite Saudí e internacional. También con el lanzamiento de NEOM un megaproyecto para la construcción de una nueva ciudad que contará con una financiación de 425.000 millones de euros para convertir al reino "en un país del primer mundo". Y, sobre todo, apuestas por la nueva generación saudí y por los derechos de la mujer, como conducir un coche, abrir un negocio, o asistir a eventos de ocio o deportivos. Factores que pondrán a prueba su liderazgo y la consolidación de su poder.
 
El nuevo hombre fuerte, de 33 años, dirige un Reino que es el mayor exportador de petróleo del mundo. El segundo en reservas, la decimonovena economía mundial y el tercero en reservas de activos exteriores. Pretende transformar el país, situarlo entre los inversores globales y diversificar su economía con Visión 2030. El nuevo plan, esboza las grandes reformas para reducir su dependencia de los hidrocarburos y establecer una agenda social. Se basa en posicionar el reino como la gran potencia regional, favorecida por su capacidad de inversión y su ubicación estratégica.

Para conseguirlo incluye la participación del sector privado, reducir el gasto público, revisar los subsidios y privatizar una serie de actividades económicas. Lo más importante, la venta de una participación del 5% de Aramco, la mayor petrolera del mundo, para crear, con los ingresos que obtenga, el gran fondo soberano mundial.

El Reino sufre una caída de los ingresos, un déficit presupuestario del 15% de la riqueza nacional, mientras el gasto militar crece al 10% y el país tiene que crear 4 millones de empleos en los próximos años.

Tratar de cambiar el país y pensar de forma diferente, con una población de 24 millones, el 70% menor de 30 años no será fácil. Los retos económicos y sociales, reducir la vulnerabilidad del precio del petróleo, y crear un consejo para la rendición de cuentas son pasos en la dirección correcta.

La implementación del programa necesitará un amplio apoyo social, y los cambios estructurales requieren decisiones de largo alcance. Se debe abordar también la demanda de reformas, de derechos y de democracia, que serán claves para predecir el futuro y determinantes para el éxito.

Expansión, Ed.Catalunya  Opinión, Pag. 2,  Sábado, 11 Noviembre 2017

lunes, 13 de noviembre de 2017

Daesh: La fruta desperdigada

Daesh: cayó el árbol, pero la fruta esta desperdigada

Empieza a bajar el telón, y el mal llamado estado Islámico o Daesh, va cayendo tras tres años de expansión de su terror, en los que ha usado diferentes formas de guerra, operaciones tradicionales, operaciones terroríficas y lobos solitarios, como pasó hace unos días en Nueva York. 

Daesh no llegó de otro planeta, Son los hijos de una situación deteriorada, los hijos de los viejos y los nuevos fracasos, los hijos de la cultura de divisiones. Daesh no nació del vacío, sino que vino a llenar la falta de liderazgo en países como Siria, Irak, Libia, Somalia o Afganistán. Estados que se desintegran, con comunidades desgarradas. Todo comenzó en Afganistán, cuando Estados Unidos combatió a la Unión Soviética utilizando a Binladen y los talibanes. Ahora la semilla ha crecido como un árbol del que caen los frutos y que volverá a crecer si no se trata de raíz la enfermedad. 

La escena estaba preparada para que surgiera el extremismo y se expandiera la violencia: Al Qaeda creada en el laboratorio afgano, falsas escusas para invadir Irak y Afganistán, años de políticas internacionales que pasan por alto las tiranías o la causa Palestina. Sobre todo, la oportunidad perdida al no apoyar la primavera árabe. El coste del terrible fracaso de los estados al intentar pertenecer a una nueva era. Estados en los que la población ha pasado de la esperanza a la desesperación. Se perpetúan décadas de incitación al odio, fracaso económico e injusticias. Los fanáticos agarran el derecho de hablar en nombre de la religión y las masas. 

Los extremistas han secuestrado las religiones y han creado un mundo lleno de problemas que se ve amenazada por los belicistas, los xenófobos y los racistas. Hay que reflexionar sobre porqué se perpetúan ciertos clichés y estereotipos y se etiqueta a las personas en función de raza, credo o condición social.

Estos grupos, se llamen como se llamen, están motivados por las mismas creencias. Sus acciones permiten que prospere la tiranía en sus países y la islamofobia en el mundo. Es triste ver cómo se alienta un principio de culpabilidad colectiva y como las sospechas y la desconfianza se hah convertido en un obstáculo para buscar soluciones.

Hay que luchar contra la narrativa de los extremistas y encontrar soluciones justas a los problemas culturales e ideológicos crónicos. Más allá de los mercaderes del miedo, del choque de civilizaciones, que cotizan en la bolsa del  odio, el fanatismo y la crisis de identidad. No se puede legitimar la tiranía que oprime en nombre de una religión o una patria. 

Transformar la derrota en victoria requiere tratar de raíz los problemas reales. La respuesta a los conflictos sangrientos que asolan a varios países no es una solución más violenta o militar, que ha demostrado su ineficacia. No se ganará esta guerra con bombas, liberando territorios y destruyendo ciudades. Porque la derrota de Daesh no eliminará el nacimiento de un nuevo monstruo con otras formas, y en otros lugares.

El Periódico de Catalunya, Opinión, Pag.4  Lunes, 6 Noviembre 2017