Daesh: cayó el árbol, pero la fruta esta desperdigada
Empieza a bajar el telón, y el mal llamado estado Islámico o Daesh, va cayendo tras tres años de expansión de su terror, en los que ha usado diferentes formas de guerra, operaciones tradicionales, operaciones terroríficas y lobos solitarios, como pasó hace unos días en Nueva York.
Daesh no llegó de otro planeta, Son los hijos de una situación deteriorada, los hijos de los viejos y los nuevos fracasos, los hijos de la cultura de divisiones. Daesh no nació del vacío, sino que vino a llenar la falta de liderazgo en países como Siria, Irak, Libia, Somalia o Afganistán. Estados que se desintegran, con comunidades desgarradas. Todo comenzó en Afganistán, cuando Estados Unidos combatió a la Unión Soviética utilizando a Binladen y los talibanes. Ahora la semilla ha crecido como un árbol del que caen los frutos y que volverá a crecer si no se trata de raíz la enfermedad.
La escena estaba preparada para que surgiera el extremismo y se expandiera la violencia: Al Qaeda creada en el laboratorio afgano, falsas escusas para invadir Irak y Afganistán, años de políticas internacionales que pasan por alto las tiranías o la causa Palestina. Sobre todo, la oportunidad perdida al no apoyar la primavera árabe. El coste del terrible fracaso de los estados al intentar pertenecer a una nueva era. Estados en los que la población ha pasado de la esperanza a la desesperación. Se perpetúan décadas de incitación al odio, fracaso económico e injusticias. Los fanáticos agarran el derecho de hablar en nombre de la religión y las masas.
Los extremistas han secuestrado las religiones y han creado un mundo lleno de problemas que se ve amenazada por los belicistas, los xenófobos y los racistas. Hay que reflexionar sobre porqué se perpetúan ciertos clichés y estereotipos y se etiqueta a las personas en función de raza, credo o condición social.
Estos grupos, se llamen como se llamen, están motivados por las mismas creencias. Sus acciones permiten que prospere la tiranía en sus países y la islamofobia en el mundo. Es triste ver cómo se alienta un principio de culpabilidad colectiva y como las sospechas y la desconfianza se hah convertido en un obstáculo para buscar soluciones.
Hay que luchar contra la narrativa de los extremistas y encontrar soluciones justas a los problemas culturales e ideológicos crónicos. Más allá de los mercaderes del miedo, del choque de civilizaciones, que cotizan en la bolsa del odio, el fanatismo y la crisis de identidad. No se puede legitimar la tiranía que oprime en nombre de una religión o una patria.
Transformar la derrota en victoria requiere tratar de raíz los problemas reales. La respuesta a los conflictos sangrientos que asolan a varios países no es una solución más violenta o militar, que ha demostrado su ineficacia. No se ganará esta guerra con bombas, liberando territorios y destruyendo ciudades. Porque la derrota de Daesh no eliminará el nacimiento de un nuevo monstruo con otras formas, y en otros lugares.
El Periódico de Catalunya, Opinión, Pag.4 Lunes, 6 Noviembre 2017
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