Arabia Saudita vive acontecimientos históricos impensables hasta hace poco en un reino hermético, ajeno a los cambios y agarrado a las tradiciones. El responsable es el Príncipe Heredero Mohammed Bin Salman.
La velocidad con la que el príncipe lanzó sus iniciativas y campañas, especialmente la última contra la corrupción, con la detención de 14 príncipes, ministros y varios hombres de negocios de la elite Saudí e internacional. También con el lanzamiento de NEOM un megaproyecto para la construcción de una nueva ciudad que contará con una financiación de 425.000 millones de euros para convertir al reino "en un país del primer mundo". Y, sobre todo, apuestas por la nueva generación saudí y por los derechos de la mujer, como conducir un coche, abrir un negocio, o asistir a eventos de ocio o deportivos. Factores que pondrán a prueba su liderazgo y la consolidación de su poder.
El nuevo hombre fuerte, de 33 años, dirige un Reino que es el mayor exportador de petróleo del mundo. El segundo en reservas, la decimonovena economía mundial y el tercero en reservas de activos exteriores. Pretende transformar el país, situarlo entre los inversores globales y diversificar su economía con Visión 2030. El nuevo plan, esboza las grandes reformas para reducir su dependencia de los hidrocarburos y establecer una agenda social. Se basa en posicionar el reino como la gran potencia regional, favorecida por su capacidad de inversión y su ubicación estratégica.
Para conseguirlo incluye la participación del sector privado, reducir el gasto público, revisar los subsidios y privatizar una serie de actividades económicas. Lo más importante, la venta de una participación del 5% de Aramco, la mayor petrolera del mundo, para crear, con los ingresos que obtenga, el gran fondo soberano mundial.
El Reino sufre una caída de los ingresos, un déficit presupuestario del 15% de la riqueza nacional, mientras el gasto militar crece al 10% y el país tiene que crear 4 millones de empleos en los próximos años.
Tratar de cambiar el país y pensar de forma diferente, con una población de 24 millones, el 70% menor de 30 años no será fácil. Los retos económicos y sociales, reducir la vulnerabilidad del precio del petróleo, y crear un consejo para la rendición de cuentas son pasos en la dirección correcta.
La implementación del programa necesitará un amplio apoyo social, y los cambios estructurales requieren decisiones de largo alcance. Se debe abordar también la demanda de reformas, de derechos y de democracia, que serán claves para predecir el futuro y determinantes para el éxito.
Expansión, Ed.Catalunya Opinión, Pag. 2, Sábado, 11 Noviembre 2017
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