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viernes, 28 de agosto de 2020

Beirut, el sol volverá a salir

Un inmenso daño ha causado la doble explosión que ha devastado Beirut, la capital libanesa. La muerte, el sufrimiento y la destrucción han golpeado a un país que ya estaba en estado de shock dejando miles de heridos, más de un centenar de muertos, 300.000 personas sin hogar y unas pérdidas materiales estimadas en más de tres mil millones de dólares.

Cualquiera sea la causa, el gigantesco hongo naranja y gris que se elevaba sobre el puerto de Beirut evoca implacablemente la implosión del sistema y las estructuras políticas de un país devastado desde hace años por múltiples crisis económicas, políticas, sociales y ahora sanitarias, como consecuencia de la pandemia por Covid19, conflictos interminables que han provocado la caída sin freno de este pequeño país.

El Estado libanés moderno, con un siglo de vida, ha sufrido experiencias desconocidas para otras naciones con historias milenarias: una larga guerra civil de 15 años, invasiones extranjeras, malestar socio-político, terrorismo y además hoy es el país con la mayor tasa de refugiados por habitante del mundo, una densidad enorme que ha tenido un efecto devastador. El país sigue sumido en un conflicto regional que trasciende sus fronteras lo que ha creado una conmoción sin precedentes en su tejido social, político y económico. Líbano ha sobrevivido a todos estos choques. Pero con esta nueva catástrofe no hay señales de ningún respiro para el país de los cedros.

Beirut, en el corazón de Oriente Próximo, en la otra orilla del Mediterráneo, es una ciudad plural, desconcertante, fascinante y adictiva. Tras milenios de ocupaciones de diferentes imperios, y una larga historia de emigraciones forzadas que han traído de vuelta influencias de todo el mundo, se ha convertido en una fusión cultural, política y religiosa única.

Hoy está reconocida como una de las ciudades más antiguas del mundo, otomanas y francesas, y a pesar de vivir tiempos difíciles por décadas de invasiones o la guerra civil, pocos signos quedan de la destrucción. Y, en el caos, en el choque de ideas, edades y visiones, Beirut ha generado algunas de las mentes más innovadoras: escritores, músicos, arquitectos, diseñadores inspirados por las contradicciones y la energía de esta ciudad donde todo es posible, incluso si no está permitido.

En los 20 años previos al estallido de su guerra civil, en 1975, la pequeña capital de este estado frágil y complejo atrajo todo tipo de gentes e ideas. Se publicaron diarios sin censuras. Los bancos locales se llenaron de depósitos de los estados del Golfo. Se cuadruplicó el área construida. Beirut atraía a pensadores, artistas, espías y empresarios de todo el mundo.

Hoy, tras nuevas guerras e invasiones, y nuevas crisis y recuperaciones, la ciudad es el verdadero termómetro de la región, para bien o para mal.

A unos centenares de kilómetros de Beirut, está prohibida la vida nocturna. Se prohíbe hablar de historia o literatura, del respeto a las minorías, de la libertad de expresión, de los derechos de la mujer, de los derechos de los homosexuales o de la laicidad. Beirut es un soplo de aire fresco en una región donde estos y otros temas no pueden todavía expresarse sin denuncia.

Aunque todo esto puede cambiar. Líbano está lejos de ser el país de las maravillas. Está acosado por graves desafíos internos y externos, y una clase política que es un mosaico de alianzas contradictorias basadas en su supervivencia por encima de todo y controlada por los grandes actores regionales. Al Líbano le cuesta aprender la lección y aceptar que es una nación de minorías donde todos pueden vivir, y donde la convivencia es posible si hay voluntad.

La guerra civil terminó hace 30 años, pero la política todavía está dominada por ex caudillos y dinastías familiares enredadas en divisiones sectarias. Mientras tanto, la gente tiene demandas y aspiraciones, como estabilidad, electricidad, agua, recogida de basuras, empleo juvenil, seguridad, oportunidades económicas y un estado que refleje esas demandas y su diversidad.

Cuando el Líbano sangra, todo el mediterráneo sufre con él. La solidaridad internacional debe ejercerse plenamente y acorde con las pérdidas y la destrucción. Es necesaria y urgente la actuación de la Unión Europea y las Naciones unidas. La catástrofe que azota Beirut es una tragedia para los libaneses que se añade a otras tantas que sufre y ha sufrido este pueblo. No hay palabras suficientes para describir la situación.

Pero, a pesar de todo, el sol volverá a salir. Los libaneses siguen siendo un pueblo resistente a las incertidumbres, con una red sin igual de emigrantes por todo el mundo. Desde tiempos remotos, Beirut es un puente entre el este y el oeste, la puerta natural hacia y desde la región. Centro comercial, financiero y universitario. Mestiza, con su rica cultura, y su sociedad vibrante. Ocupada y destruida en varias ocasiones, pero tras ocho mil años, siempre renace como el ave fénix. De hecho, no es ninguna sorpresa su reconocida capacidad de recuperación.


lunes, 4 de noviembre de 2019

Los libaneses han dicho basta

Nunca antes la población del Líbano se había unido así. Millones de libaneses de todas las religiones, posición social o política se han unido bajo una sola bandera para expresar su frustración y consternación con un Gobierno y un sistema que les ha traicionado demasiadas veces desde su fundación en 1943. Las protestas masivas que estallaron después de que el Gobierno anunciara nuevas medidas fiscales regresivas tienen su origen en los niveles extremadamente altos de desigualdad: el 1% de los depositantes posee más del 50% de los depósitos.

Aunque la guerra civil terminó hace 30 años, fallan servicios básicos como electricidad, agua, sanidad o acceso a educación. Se pisotean los derechos más básicos de una población que ha decidido rebelarse. Estudiantes, profesores, 'pymes', médicos, trabajadores o pensionistas, los libaneses comparten los mismos sentimientos de fatiga e injusticia, el deterioro de las condiciones económicas y de las perspectivas de futuro.

Una tasa del desempleo del 30% y una inflación del 6% sitúa al Líbano en un índice de miseria del 36%.Tiene un gran déficit fiscal y comercial, una enorme deuda contraída por la reconstrucción tras la guerra civil y el impacto de los conflictos en la región.

La política libanesa es un mosaico de alianzas contradictorias basadas en la supervivencia por encima de todo y está controlada por los grandes actores regionales. El conflicto en Siria explica en parte la inestabilidad del país. Pero el sistema político libanés confesional impide un el consenso nacional y prolonga el estancamiento. Esta situación ha generado apatía y desilusión entre la población.

Paciencia y coraje

Líbano ha soportado tensiones regionales, acoge a dos millones de refugiados, combate al terrorismo mientras teme el colapso económico, y ve, con  sus 16 millones de emigrantes, como la emigración es parte de su historia y su presente, y define y determina su economía, cultura y la movilidad de su capital humano.

Este movimiento de la sociedad civil es el primer desafío real a los partidos establecidos y la élite gobernante. Y es otro ejemplo de población que se rebela contra la corrupción, los monopolios y el control unilateral del poder que excluye a lo demás. Vivir dignamente no puede ser un sueño inalcanzable.

Ahora, Líbano necesita líderes capaces de desactivar crisis y hacer concesiones para el interés general. La democracia requiere diálogo y escuchar a la gente. Es necesario un período de transición rápido, un gobierno provisional que se forme sobre la base de la competencia y coloque el Líbano en el camino hacia la recuperación.

Es el momento de la dignidad y de una nueva generación que asuma su propio destino para construir un futuro mejor. Será una batalla compleja por la composición interior, y por las conexiones regionales e internacionales. Es preciso paciencia, responsabilidad y coraje. Cuando emerja la libertad en Oriente Medio, lo hará en gran parte debido a que Líbano es libre.

El Periódico de Catalunya, Edición Digital. Opinión,  Lunes 04 / 11 /2019

martes, 24 de septiembre de 2019

El mito de Beirut

Beirut en la Fiesta de La Mercè, Barcelona- 2019

Beirut es la ciudad invitada por Barcelona en sus fiestas de la Mercè. En el corazón de Oriente Próximo, en la otra orilla del Mediterráneo, la capital del Líbano es una ciudad plural, desconcertante, fascinante y adictiva. Tras milenios de ocupaciones de diferentes imperios, y una larga historia de emigraciones forzadas que trajeron de vuelta influencias de todo el mundo, Beirut es una fusión cultural, política y religiosa única.

Es una de las ciudades más antiguas del mundo, con un patrimonio fenicio, romano, árabe, otomano o francés, y que ha vivido tiempos difíciles por décadas de invasiones o la guerra civil. Sin embargo, pocos signos quedan de la destrucción. Y, en el caos, en el choque de ideas, edades y visiones, Beirut ha generado algunas de las mentes más innovadoras: escritores, músicos, arquitectos, diseñadores inspirados por las contradicciones y la energía de esta ciudad donde todo es posible, incluso si no está permitido.

En los 20 años previos al estallido de su guerra civil, en 1975, la pequeña capital de este estado frágil y complejo atrajo todo tipo de gentes e ideas. Se publicaron diarios sin censuras. Los bancos locales se llenaron de depósitos de los estados del Golfo. Se cuadruplicó el área construida. Beirut atraía a pensadores, artistas, espías y empresarios de todo el mundo.

Hoy, tras nuevas guerras e invasiones, y nuevas crisis y recuperaciones, la ciudad es el verdadero termómetro de la región, para bien o para mal.

A unos centenares de kilómetros de Beirut, está prohibida la vida nocturna. Se prohíbe hablar de historia o literatura, del respeto a las minorías, la libertad de expresión, los derechos de la mujer, de los homosexuales o la laicidad. Beirut es un soplo de aire fresco en una región donde estos y otros temas no pueden todavía expresarse sin denuncia.

Aunque todo esto puede cambiar. Líbano está lejos de ser el país de las maravillas. Está acosado por graves desafíos internos y externos, y una clase política ineficaz, que aplaza los proyectos claves. A Líbano le cuesta aprender la lección y aceptar que es una nación de minorías donde todos pueden vivir, y donde la convivencia es posible si hay voluntad.

La guerra civil terminó hace 29 años, pero la política todavía está dominada por excaudillos y dinastías familiares enredadas en divisiones sectarias. Mientras, la gentetienen demandas, aspiraciones, como estabilidad, electricidad, agua, recogida de basuras, empleo juvenil, seguridad y economía y un gobierno que refleje esas demandas y su diversidad.

Porque, a pesar de todo, los libaneses siguen siendo un pueblo resistente a las incertidumbres, con una red sin igual de emigrantes en todo el mundo. Desde tiempos remotos, Beirut es un puente entre el este y el oeste. La puerta natural hacia y desde la región. Centro comercial ,financiero y universitario. Mestiza, con su rica cultura, y su sociedad vibrante, ocupada y destruida en varias ocasiones, pero tras ocho mil años, siempre renace como ave fénix.

El Periódico de Catalunya, Pag.5, Sabado 21 septiembre 2019

Edición Digital

Beirut es la ciudad invitada por Barcelona en sus fiestas de La Mercè. Es una de las ciudades más antiguas del mundo, y tras milenios de invasiones, imperios y crisis, pocos signos quedan de la destrucción. Y, en el caos y el choque de ideas y visiones, Beirut ha generado algunas de las mentes más innovadoras, inspiradas por las contradicciones y la energía de esta ciudad donde todo es posible, incluso si no está permitido.

En los 20 años previos al estallido de su guerra civil, en 1975, la pequeña capital de Líbano, un estado frágil y complejo, atrajo todo tipo de gentes, artistas, espías, empresarios e ideas. Se publicaron diarios sin censuras. Los bancos locales se llenaron de depósitos de los Estados del Golfo. Se cuadruplicó el área construida.

Hoy, la ciudad es el verdadero termómetro de la región, para bien o para mal y un soplo de aire fresco en una región convulsa. En países limítrofes, a pocos kilómetros, está prohibida la vida nocturna, hablar de historia, minorías, libertad de expresión, derechos de la mujer o los homosexuales.

Todo esto puede cambiar. La guerra civil terminó hace 29 años, pero hay graves desafíos internos y externos. La política sigue dominada por divisiones sectarias y políticos ineficaces que aplazan los proyectos claves. La población demanda estabilidad, electricidad, agua, recogida de basuras, empleo juvenil, seguridad, y un gobierno que refleje sus demandas y su diversidad.

A Líbano le cuesta aprender la lección y aceptar que es una nación de minorías donde todos pueden vivir, y donde la convivencia es posible si hay voluntad.

Porque, a pesar de todo, los libaneses siguen siendo un pueblo resistente a las incertidumbres. Con una red sin igual de emigrantes en todo el mundo y una sociedad vibrante, es la puerta natural hacia la región. Centro comercial, financiero y universitario. Fusión cultural, política y religiosa única. Es Beirut, mestiza, destruida y renacida varias veces, tras ocho mil años, como ave Fénix.
"La Corniche" de Beirut, Foto EFE Wael Hamzeh

miércoles, 23 de mayo de 2018

Líbano, Historia de desafios

Líbano ha celebrado las primeras elecciones parlamentarias desde 2009. El parlamento en funciones había extendido su mandato dos veces debido a la guerra en Siria y la implementación de importantes reformas en el sistema electoral.

La nueva ley electoral es tan compleja que muchos libaneses ha preferido quedarse en casa. La participación no alcanzó el 50%, si bien la introducción de un sistema de representación proporcional está destinada a facilitar una mayor pluralidad en el panorama político. Pero los altos límites establecidos para los candidatos ha favorecido a los grandes bloques políticos en lugar de crear una oportunidad para los nuevos partidos.

La política libanesa es actualmente un mosaico de alianzas contradictorias, aparentemente basadas en la supervivencia por encima de todo. Las promesas sobre la política o la prestación de servicios públicos no se toman en serio.

La apatía es el estado de ánimo predominante. La atención se ha centrado demasiado tiempo en asuntos que están fuera de las fronteras. Hay fatiga y desilusión entre la ciudadanía, pero también una aceptación de que su país está controlado por los grandes actores regionales que les rodean.

El nacimiento de un movimiento de la sociedad civil?, presentado como un primer desafío para los partidos establecidos, es elogiable a pesar de haber sacado un solo asiento en el nuevo parlamento.

El Líbano, a pesar de muchos contratiempos, sigue siendo el modelo de pluralismo, tolerancia y apertura en un Oriente Medio sacudido por las crisis y herido por las guerras. Pero el pequeño país mediterráneo no es una isla. Ha soportado toda la fuerza de las tensiones regionales, combate el terrorismo en sus fronteras. Y los temores de un colapso económico están aumentando aunque se espera que el gobierno salido de las elecciones impulse medidas urgentes para frenar esta tendencia .

A pesar de que la guerra civil terminó hace 28 años, la política todavía está dominada por excaudillos y dinastías familiares enredados en divisiones sectarias. Estas élites que mantienen el poder, lo que siempre les ha permitido resolver las elecciones antes de que los votantes lleguen a las urnas.

Seguramente habrá otra vez un gobierno de consenso y los libaneses esperan que resuelva sus numerosas demandas. Aspiraciones como la estabilidad, electricidad, agua, recogida de basuras, empleo juvenil, seguridad, reactivación de la economía, turismo, y un parlamento que refleje sus demandas y su diversidad.

En el corazón de Oriente Medio y en el cruce de tres continentes, donde el Este se encuentra con el Oeste, en el enlace de las rutas comerciales desde hace miles de años está Líbano. El país del cedro intenta convertirse en un centro regional e internacional para el comercio, las finanzas, los servicios, la cultura y el turismo.

El Líbano es el único país que tiene cuatro veces su población distribuida en los cinco continentes en el mundo como emigrantes: 16 millones. La emigración es parte de su historia, presente y futuro; y define y determina su economía, cultura y la movilidad de su capital humano.

Líbano es un país pequeño pero muy diverso. Lo que que trasciende las fronteras demográficas y geográficas. Debido a sus numerosos problemas, sus líderes, partidos políticos y poderes regionales e internacionales, no han podido sacarlo del camino de las crisis .

Si el conflicto sirio explica en parte la inestabilidad del país, las raíces de la situación actual se encuentran principalmente en la naturaleza del sistema político libanés. Las fuerzas políticas son confesionales. Como resultado de ello, no puede haber un consenso nacional ya sea en la política o en la aplicación de la política exterior para definir el sistema. Cada vez que hay un gran conflicto en la región, las diversas corrientes políticas se colocan de acuerdo a sus alianzas externas, y se proyecta sobre la sociedad con la creación de divisiones de la comunidad. Se vivió el mismo fenómeno en 1958 (durante la época de Nasser), en la guerra civil (1975-1990) y de nuevo desde 2005 con el asesinato del ex primer ministro Hariri.

Los puntos débiles son la enorme deuda contraída por la reconstrucción después de la guerra civil y los impactos de los conflictos en la región. El país es una economía para producir graduados: exporta talento e importa mano de obra no cualificada. Con un déficit doble, tanto fiscal como comercial, importa más de lo que exporta. La financiación de estos déficits requiere una entrada continua de capital, que en gran parte está garantizada por las transferencias de los emigrantes que llegaron a 8.000 millones de dólares en 2016.

El Líbano es también un país de 4,5 millones de personas que acoge a 1,5 millones de refugiados de Siria. Esta crisis humanitaria le ha costado 20.000 millones de dólares, en un país con un PIB anual de 48.000 millones de dólares.

La vulnerabilidad del Líbano a los conflictos regionales prolonga su estancamiento, así como los problemas de seguridad en la región. Pero también desde los más remotos tiempos el Líbano sigue siendo el puente para el comercio y la prestación de servicios hacia y desde la región.

El Estado libanés moderno con menos de un siglo de vida ha sufrido experiencias únicas desconocidas para otras naciones con historias mucho más larga --una guerra civil de 15 años, invasiones extranjeras, el malestar sociopolítico y la seguridad y más recientemente, la importante afluencia de refugiados--. Líbano ha sobrevivido todos estos choques. De hecho, no es ninguna sorpresa su reconocida capacidad de recuperación.

Crónica Global, Pensamiento, 11/05/2018
https://cronicaglobal.elespanol.com/pensamiento/libano-historia-desafios_140486_102.html


lunes, 26 de junio de 2017

Libano, puente y puerta

En el corazón de Oriente Medio y en el cruce de tres continentes. Donde el Este se encuentra con el Oeste. En el enlace de las rutas comerciales desde hace miles de años está el Líbano: el país del cedro intenta volver como un centro regional e internacional para el comercio, las finanzas, los servicios, la cultura y el turismo.

El pequeño país mediterráneo es un caso único, ubicación geográfica, mezcla de fusión cultural y religiosa, y una economía de libre mercado. Una fuerte tradición comercial y de iniciativa privada, un sistema bancario avanzado, sin restricciones en el movimiento del capital. Las tasas máximas de impuestos para empresas son del 15%. Un marco legal seguro, una mano de obra cualificada y un estilo de vida abierto. Líbano ofrece a las empresas internacionales una amplia gama de oportunidades en muchos sectores, especialmente en el turismo, la agricultura y la energía. Por otra parte, representa una puerta de entrada a un gran mercado regional y especialmente a Siria y Iraq, y todo apunta que la reconstrucción de Siria pasara por Líbano como plataforma logística y financiera y hub para las empresas internacionales.

Con 16 millones de emigrantes, es el único país que tiene cuatro veces su población distribuida por los 5 continentes en el mundo. La emigración es parte de su historia, presente y futuro; y define y determina su economía, cultura y la movilidad de su capital humano.

Los puntos débiles son la enorme deuda contraída por la reconstrucción después de la guerra civil y los impactos de los conflictos en la región. El país es una economía para producir graduados: exporta talentos e importa mano de obra no cualificada.

La economía libanesa tiene un déficit doble, tanto fiscal como comercial, importa más de lo que exporta. La financiación de estos déficits requiere una entrada continua de capital, que en gran parte está garantizada por las transferencias de los emigrantes que llegaron a 8.000 millones de dólares en 2016.
 
El Líbano es también un país de 4,5 millones de personas que acoge a 1,5 millones de refugiados de Siria. Esta crisis humanitaria le ha costado 20.000 millones de dólares, en un país con un PIB anual de 48.000 millones de dólares.

Una cultura muy rica, y una sociedad vibrante. Cuna de los fenicios y hogar de los pueblos asirios, babilonios, griegos, cananeos, romanos, árabes, bizantinos y europeos. Desde los más remotos tiempos el Líbano sigue siendo el puente y la puerta natural para el comercio y la prestación  de servicios hacia y desde la región.

Expansión, Edición Catalunya, Opinión, Pag.2,  Viernes, 23 junio 2017

lunes, 20 de febrero de 2017

La revolución del gas mediterráneo

Expansión, Opinión, Edición Catalunya, Pag.2, Martes, 17 febrero 2017

Líbano ha sido el último país en aprobar los decretos que permiten iniciar la licitación de bloques de gas y unirse a la carrera regional para explotar la  riqueza  descubierta  en el Mediterráneo Oriental.

El descubrimiento de gas natural tiene implicaciones económicas regionales enormes. Los recursos estimados en 122 trillones de pies cúbicos de gas, además de 1.700 millones de metros cúbicos de petróleo en las costas de Siria, Líbano, Chipre, Israel, Egipto y Palestina, y las expectativas del mercado de la energía plantean nuevos retos para estos países que deben organizarse para tomar ventaja de la situación.

La explotación del gas Mediterráneo no es solo una  oportunidad de desarrollo y crecimiento para los nuevos países productores, sino también para la Unión Europea. Se ha renovado el interés en aumentar la capacidad de las exportaciones de gas a través del Mediterráneo, para limitar la dependencia del gas ruso, y compensar la posible interrupción del suministro de gas a Europa, como en la crisis de Ucrania.

El potencial de la región es considerable. Además del petróleo y el gas, cuenta con un sistema de energía hidroeléctrica, recursos eólicos, el nivel de radiación solar más alto del mundo, así como grandes extensiones de desierto. Técnicamente, la región podría ser uno de los grandes actores energéticos y cubrir sus necesidades y las de una parte del planeta.

Hasta el año 2035, se espera que la demanda de gas natural crezca en un promedio del 1,9% al año, superando a todas las demás fuentes de energía.

Estas riquezas energéticas están revolviendo la agitación regional y provocando diversas reacciones. Hay tensión entre Líbano e Israel, y entre Turquía y Chipre. La ausencia de una Ley de demarcación de límites marítimos entre Líbano, Israel y Chipre, más la guerra en Siria y el interés de otros jugadores como Rusia y Qatar pueden provocar una situación volátil y altamente complicada. 

Hay problemas internos, medioambientales y riesgos geopolíticos. Algunos países tendrán que unir sus fuerzas si quieren aprovechar sus recursos, y todos deberán encontrar las mejores soluciones económicas y estratégicas para optimizar sus operaciones. Porque explotar esas grandes reservas y atraer la inversión extranjera no será posible a menos que promuevan un entorno pacífico y estable.

Una visión compartida a largo plazo es esencial para movilizar los recursos necesarios y desarrollar la cooperación energética entre las dos orillas, además de para construir un mercado del gas natural mediterráneo. ¿Serán capaces de hacerlo?

martes, 28 de julio de 2015

Libano, éxodo sirio y colapso regional

Líbano tiene ahora la mayor población de refugiados por habitante en el mundo. Esa enorme densidad está teniendo un efecto devastador, el país está sumido en un conflicto regional que trasciende sus fronteras y ha creado una conmoción sin precedentes en su tejido social, político y económico. Los 1,5 millones de refugiados sirios registrados han incrementado su población en una cuarta parte. La afluencia es enorme, alimenta las tensiones internas e incrementa el miedo del pequeño territorio a convertirse, una vez más, en un campo de batalla, un choque que se prolonga en el tiempo y cuyo alcance es multifacético. Además de estas masivas llegadas, hay 500.000 refugiados palestinos acogidos en territorio libanés desde 1948, un gran reto para el país mientras las guerras siguen haciendo estragos en Siria e Irak.

Toda la región sufre mientras el conflicto bélico en Siria se enroca, y las consecuencias llegan hasta las costas europeas, pero el impacto en Líbano es enorme. El país intenta implicar a la comunidad internacional para compartir esta responsabilidad colectiva de una manera significativa, ya que se quiere prevenir el colapso económico y la inseguridad. Pero la peor parte del problema está siendo asumido por los que menos pueden permitírselo. Cada vez es más difícil para los refugiados sirios y libaneses pobres sufragar los gastos básicos para vivir.

La economía del Líbano se ha visto afectada por el colapso en Siria, un país que representaba el 25% de sus exportaciones, y por la falta de confianza de los inversores por la vulnerabilidad a los conflictos regionales. Es una republica con un delicado equilibrio entre confesiones y no tiene presidente desde mayo del 2014. Su Parlamento se ha renovado asimismo sin elección hasta el 2017. Además, el discurso extremista gana terreno con la llegada de los yihadistas, que intentan pescar en aguas revueltas provocando el peligro del enfrentamiento entrelas poblaciones suní y chií.

La estabilidad política actual es el resultado de un compromiso de los grandes actores de la escena, Arabia Saudí, Irán y EEUU, para excluir el Líbano de los conflictos regionales. Las conversaciones entre las facciones libanesas han permitido tener un Gobierno de pacto nacional que funciona a pesar de los desacuerdos en las grandes asuntos como la elección de un presidente, los presupuestos o la neutralidad en la guerra siria.

Si el conflicto sirio explica en parte la inestabilidad, las raíces de la situación se encuentran principalmente en la naturaleza del sistema político libanés, debido a que sus formaciones son confesionales. Como resultado no hay un consenso nacional sobre la política exterior. Cada vez que hay un gran conflicto en la región, las diversas corrientes políticas se colocan según sus alianzas externas, lo que se proyecta sobre la sociedad. Así se vivió el fenómeno en 1958 (la época del presidente egipcio Nasser) y en la guerra civil (1975-1990).

En el 2005, el asesinato del exprimer ministro Rafik Hariri fue un terremoto que sacudió el el país y derribó todos los entendimientos, provocando una profundización de la crisis interna. Hoy, a las puertas del dictamen del tribunal internacional especial para el Líbano, creado para juzgar a sus presuntos asesinos, los libaneses viven una confrontación, incapaces de dar con una solución a una ecuación con justicia, seguridad y Estado.

Tampoco hay que olvidar la presencia de las fuerzas internacionales en la frontera con Israel y que cuentan entre sus efectivos con 580 soldados españoles. El temor a que sean víctimas de mensajes violentos, con destino a terceros, tiene una probabilidad muy alta. El Ejército libanés, último bastión de unidad, ha declarado la guerra total contra el terrorismo, pero su poder real es limitado. Hay un ejército paralelo y potente de Hizbulá que provoca que algunas comunidades intenten crear milicias similares, lo que alimenta la fragmentación de las instituciones y socava su autoridad. El espectro de la guerra civil de 1975-1990 no está lejos. Un escenario que los libaneses quieren evitar a toda costa.

El Estado libanés moderno, con menos de un siglo de vida, ha sufrido experiencias desconocidas para otras naciones con historias milenarias: una larga guerra civil de 15 años, invasiones extranjeras, el malestar sociopolítico, problemas de seguridad y esta importante afluencia de refugiados. Líbano ha sobrevivido a todos estos choques. De hecho, no es una sorpresa su reconocida capacidad de recuperación. Pero de momento no hay señales de ningún respiro para el país de los cedros, que observa con honda preocupación lo que sucede en su frontera oriental.

El periódico de Catalunya, Opinón Pag.8, Miércoles 8 de julio de 2015