lunes, 30 de octubre de 2017

Etiopia, nuevo león africano

Tras la terrible hambruna ocasionada por la sequia y los conflictos políticos, Etiopia pasó de un PIB de 8.000 millones de dólares en el año 2.000, a 72.000 millones de dólares el año pasado. Su economía crece favorecida por la construcción de infraestructuras, ferrocarriles y energía. Las proyecciones para el futuro son optimistas con tasas del 7 % al  9% de crecimiento. Existe una fuerte demanda interna, grandes inversiones públicas y mucha inversión extranjera que permiten un crecimiento progresivo.

China es su primer socio comercial y inversor. El valor acumulado de los proyectos gestionados por los chinos superó los 22.000 millones de dólares. 

Existen dudas sobre si el país puede sostener el crecimiento por mucho tiempo, por los  desafíos políticos y sociales y las condiciones climáticas. La acumulación del descontento obligará al gobierno a abordar adecuadamente la ira de la gente y proteger sus derechos.

Etiopía es el segundo país más poblado de África y el décimo tercero del mundo con una población de 100 millones de habitantes. Muchos inversores valoran esta enorme base de consumidores y el potencial de mercado, que puede apuntalar el crecimiento futuro. 

Estratégicamente ubicado dentro de una emergente África, al lado del Oriente Medio, su amplio mercado y los reducidos costes laborales hacen del país un lugar muy atractivo para producir bienes de consumo. Además, la inversión en energía hidroeléctrica con la presa Gibe III, la mayor de África, le permite duplicar su producción eléctrica, satisfacer sus necesidades y suplir las necesidades de sus vecinos.

A pesar de no tener mar, el país está dando pasos de gigante en el intento de industrializarse. Etiopía está ahora conectada con el mar rojo a través del puerto de Djibouti vía un ferrocarril. 

Etiopia ha lanzado una estrategia basada en las experiencias de Corea y China, con el objetivo de convertirse en un país competitivo para las industria manufacturera ligera mundial.

La industria representa el 10% del PIB, mientras la agricultura representa el 12%, pero emplea al 60%. Esto indica que la riqueza no está donde está la gente. Esta es la paradoja con un mercado laboral débil. Abordar este tema es un imperativo puesto que las verdaderas causas son estructurales.

Etiopia puede ser un modelo para su región, y demostrar que en el desarrollo nada es inevitable, pero debe tener una visión de cómo crecer, y cómo se utiliza su desarrollo en beneficio de todo su pueblo y no de una pequeña elite.

Expansión, Edición Catalunya, Opinión, Pag.2. Miércoles 25 octubre 2017

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