Turquía, al igual que otros países, fue sorprendida por el estallido de las revueltas populares árabes. Al principio, hizo una pausa, y empezó por revisar su estrategia y posiciones. Es el país mejor preparado para resistir la marea. En el poder está un partido con raíces islamistas, pero con una Constitución laica, legitimado por las urnas en unas elecciones multipartidistas libres. Un país que ha forjado un discurso islamista moderado, sin olvidar su paraguas de la OTAN. Sus políticas económicas han dado sus frutos, y sus tasas de crecimiento son ejemplares. Forma parte de la región y de su cultura, y tiene capacidad para entender esta parte compleja del mundo, las aspiraciones de su gente, y las razones que hay detrás de sus frustraciones. Así que Turquía decidió abrazar la primavera árabe.
Turquía es un actor importante, pero tras más de una década presionando por ser miembro de la UE sin éxito, intenta buscar su lugar formando parte de una gran unión regional. porque se siente aislada entre la UE de 27 miembros, los 22 miembros de la Liga Árabe y los 10 miembros de la Comunidad de Estados Independientes.
Y a falta de avances en la adhesión a la UE, Ankara estrecha sus lazos con sus vecinos musulmanes, es uno de los pocos países que puede afirmar que abarca dos continentes, mientras la cuestión de si su identidad se encuentra en Europa o Asia se ha convertido en un debate perenne.
Turquía siempre ha navegado entre Europa y Oriente Próximo, pero con más crecimiento económico y estabilidad política en los últimos 15 años, siente, al igual que los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que debe tener un mayor papel en el escenario mundial y regional. ya que es la 16ª economía del mundo.
Turquía también tiene una política realista y equilibrada, y cuenta con un Ejército fuerte y clave para la OTAN. Por lo tanto, se presenta como un jugador regional necesario, capaz de servir a la causa de la estabilidad y un puente de Occidente con la región. El jugador turco parece ser muy hábil para ganar a la gente de la región como lo demostró con la adopción de la causa palestina, pero está al principio del camino.
El giro hacia el Este se ha acelerado por la prolongada recesión en las economías de Europa. Turquía cuenta entre sus principales socios comerciales de la UE con cuatro de los mercados más grandes: Alemania, Reino Unido, Italia y Francia. Sin embargo, la crisis financiera ha minado sus importaciones. Mientras tanto, el comercio con Oriente Próximo y el norte de África continúa creciendo y en el 2011 la región absorbe el 20% de las exportaciones turcas.
Pero Turquía tiene mucho más que ofrecer y puede presentarse como un modelo convincente para las nuevas democracias emergentes que buscan la construcción de un nuevo orden político para sustituir a los autócratas caídos, porque tiene un legado de dictadura militar y la posterior recuperación democrática, y muestra que es posible para un Estado musulmán convertirse en una democracia, hacer que crezca su economía y encontrar una relativa estabilidad política y social. Egipto o Túnez pueden ser los primeros en probarlo.
La expansión del papel de Turquía en los últimos cinco años ha sido el reflejo de su expansión económica y se debe también a la disminución del poder de otros actores. Esta estrategia está empezando a dar sus frutos y su voz está siendo escuchada.
Después de las elecciones parlamentarias de junio del 2011 y el tercer triunfo del AKP con una aplastante mayoría, su líder, Recep Tayyip Erdogan, se apresuró a sugerir que la preeminencia de su partido musulmán en la política turca tenía un significado más amplio para la región. En su discurso de victoria comentó que también ganaron Sarajevo, Beirut, Damasco, o Jerusalén, tanto como Estambul.
Negar que hay problemas y adoptar una doble estrategia como lema de la política exterior, sobre todo con los vecinos, demostró en momentos críticos que es muy complicado de aplicar, pero la manera con que Turquía trata las crisis de sus vecinos y cómo responde al posible colapso de los regímenes es y será el mayor desafío para Erdogan.
Este papel de Turquía no está exento de dificultades y contradicciones. Como lo demuestra en los últimos días el recrudecimiento del eterno problema kurdo y la incapacidad de encontrar una solución. Un tema sensible para su seguridad nacional es la estabilidad en el norte de Irak y sobre todo Siria, con más de 800 kilómetros de fronteras comunes. La presencia de dos millones de kurdos sirios al otro lado de la frontera constituye un motivo de preocupación a la luz de la relación de estos con los kurdos en Turquía e Irak y el temor de Turquía a un Estado kurdo en la región.
Es un modelo que otros países árabes pueden mirar para ver los desafíos en el equilibrio entre la religión, el laicismo y la democracia, pero también en la cuestión de las minorías, asignatura que Turquía tiene pendiente de aprobar.
El Periódico de Catalunya, Opinión, Pag. 8, Jueves, 8 de diciembre de 2011
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