Según un informe del World Economic Fórum sobre la competitividad internacional en 2014, ningún país mediterráneo está en el top 20 de los más competitivos del mundo: Francia está en el puesto 23, España en el 35 y Turquía en el 45.
Los países mediterráneos continúan sufriendo deficiencias de competitividad en términos de desequilibrios macroeconómicos, de financiación, de rígidos mercados laborales y un déficit de innovación. La persistencia de brechas en la competitividad en Europa, está en el origen de las turbulencias y esto condiciona el futuro. Si se busca crecer, hay que actuar mediante la adopción de medidas a largo plazo en lugar de colocar parches.
La competitividad de un país, que reside en diversificar su economía, se mide por la capacidad de exportar y garantizar el equilibrio externo en el medio plazo. Otras formas de aumentar la competitividad pasan por tener salarios y precios más bajos, pero esto no es deseable. Otra manera es restringir las importaciones, pero es difícil en un mundo abierto y, además, provocaría represalias. Por lo tanto, es más efectivo convencer a los consumidores de las ventajas de los productos. Para ello, la formula es innovación, productividad, formación, reputación y marca.
Es esencial combatir el proteccionismo, mejorar el acceso a la financiación, dinamizar la asociación público-privada y proveer un marco para la cooperación I+D.
Los países se enfrentan a múltiples desafíos y será necesario redefinir el papel de los gobiernos y las empresas en el marco de una nueva asociación. Esto requiere la selección de los instrumentos idóneos, establecer las prioridades correctas, confiar en los procesos de ejecución y potenciar reformas estructurales que serán factores claves para impulsar el éxito. No hay nada que empresas e inversores teman más que la incertidumbre, la falta de información, la aplicación de las leyes comerciales con distintas varas y la proliferación de reglas que alienta a quebrantarlas a quienes deben velar por su cumplimiento.
Para competir hay que modernizar el entorno económico. La inversión sólo puede desarrollarse en el seno de un ambiente favorable y transparente. La mejora de las infraestructuras es la valorización del elemento humano, que es el pilar del desarrollo. Las experiencias exitosas ponen de manifiesto que el desarrollo social y el buen gobierno no son solo simples obras que acompañan a las políticas. Éstas constituyen una condición esencial.
Expansión, Opinión, Página 2 Martes, 28 octubre 2014
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