El Turismo es un factor multiplicador en las estrategias globales de desarrollo. Por su carácter transversal, impacta sobre 70 sectores. Es la cuarta actividad por ingresos generados dentro del comercio internacional, y pocos sectores pueden impulsar el crecimiento y crear empleo como él. En cifras, el turismo representa el 10,2% del PIB mundial, un total de 7,6 billones de dólares. El 6% de las exportaciones. El 10% del empleo registrado. Más de 1.200 millones de viajeros en 2016 y se estima que llegará a 2.000 millones en 2026.
El Mediterráneo es la principal zona de turismo del mundo, con el 32% de las llegadas internacionales y el 30% de los ingresos, y una previsión de 420 millones de turistas para el 2020. Representa el 13% de las exportaciones de la región, el 23% del sector de servicios y emplea a millones de personas. Sin embargo, es un sector heterogéneo y fragmentado.
Mientras en destinos del norte del Mediterráneo crecen las quejas por las llegada masiva de turistas, en la orilla sur el turismo se desploma y se añoran esos millones de visitantes.
Los ataques terroristas, la inestabilidad política, las fluctuaciones monetarias y los desafíos geopolíticos han afectado a un sector vital para las economías del sur, donde el turismo representa un 12% del PIB y 11% del empleo. En el 2016, hubo una transferencia masiva de turistas, de entre el 15% y el 40% según destino. Desde 2010, Egipto ha perdido 5 millones de turistas y Túnez 2,5 millones. Y desde el 2015, Turquía el 30% de sus visitantes. Millones de viajeros evitan el sur en beneficio de los tranquilizadores destinos del norte Mediterráneo.
Los países del sur pagan cara la factura de la inseguridad y la inestabilidad política. Y con la principal fuente de divisas impactada por los ataques terroristas, las consecuencias lastran unas economías con problemas profundos: se ahuyenta a los inversores, se incrementa la inestabilidad, se agrava el desempleo, y se empuja a emigrar.
Es necesario un cambio, reinventarse, hay que repensar los modelos y encontrar nuevas formas de comercialización. Es preciso extraer el máximo partido del sector para crear puestos de trabajo, reducir la pobreza y contribuir a la paz, especialmente en la orilla sur. Pero debe hacerse desde una nueva visión, sostenible y coordinada. Hay que trabajar con los territorios, revisar el turismo social, cuidar el patrimonio y atender el desafío que plantea el cambio climático.
Es precisa una agencia de turismo mediterránea, una institución que debería contar con la participación de los actores públicos y privados. Esa agencia facilitaría la creación de una marca común del área para una promoción conjunta en el mundo. Es preciso aunar esfuerzos, ofrecer paquetes de destinos integrados para competir con otras regiones en el futuro.
El sur necesita el turismo. Será imposible sin paz y estabilidad y sin la cooperación entre ambas orillas. El Mediterráneo no debería ser una brecha entre dos mundos, sino una zona común para todos sus habitantes y visitantes
El Periódico de Catalunya, Opinión, Pag. Lunes, 24 de Mayo de 2017
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