El agua es un elemento vital en el Mediterráneo debido a cuestiones culturales, económicas y sociales, con la historia de la región siempre dependiente del clima y la dieta. No hay que olvidar que los productos de la tierra dependen del cielo. Es precisamente la gran escasez sufrido a lo largo de la historia lo que ha hecho que el agua sea tan apreciada, ya que sin ella la supervivencia, el desarrollo o la migración no habría sido posible.
A nivel mundial, la disponibilidad media de agua per cápita es de 7.000 metros cúbicos por persona y año, mientras que en la región es sólo 1,200 por persona y año. La mitad de la población de la región mediterranea vive en condiciones de estrés hídrico, y la situación empieza a ser preocupante. Además, la población aumentará en 150 millones de personas, lo que reduciría a la mitad la disponibilidad de agua en 2050.
El agua, nos conecta, no nos separa. Una crisis regional del agua se convertiría rápidamente en un problema global. La mayor amenaza durante la próxima década es una crisis mundial de agua que provocará, conflictos derivados del control de las bolsas disponibles que existan en el territorio.
Por otra parte, el 75% de los puestos de trabajo en el mundo dependen del agua. Por tanto, la escasez puede limitar el crecimiento económico en numerosos países.
Las amenazas de seguridad, la inestabilidad y la emigración están condicionando a Europa y las relaciones en el mediterráneo. El cambio climático y la escasez de agua en el Mediterráneo acrecentaran el impacto de los diferentes conflictos. El crecimiento previsto en los próximos años del turismo, el tráfico marítimo, la acuicultura o la búsqueda de hidrocarburos requieren medidas para ordenar estos usos y conseguir la sostenibilidad de la enorme riqueza.
La gestión ineficiente está alcanzando unas pérdidas de agua por encima de 30% en sus redes, mientras que a nivel internacional, son del 10%. La mejora de la gestión tendría ventajas considerables y generaría para el sur del mediterráneo 5.000 millones de dólares en ganancias económicas y el retorno por cada Euro invertido sería de cuatro en ganancias.
La demanda de agua crecerá el 20% en 2025 en el Mediterráneo. Por todo ello, es imprescindible el uso de las tecnologías más adecuadas con mejores ratios de consumo energético y una mayor regulación. El tratamiento de aguas residuales para su uso en la agricultura o la industria facilitaría un desarrollo sostenible y crearía puestos de trabajo.
Es imprescindible formular un nuevo consenso regional sobre el agua. La búsqueda de nuevas fuentes no convencionales reduciría al mínimo el impacto y permitiría una solución consistente. Hay que dar pasos hacia el futuro, crear economías eficientes en recursos y resistentes al clima. Porque, sin un enfoque que se oriente a romper las tendencias de despilfarro, sin una mayor cooperación y sin alternativas renovables, los países de la región no lograrán la sostenibilidad y el estrés hídrico aumentará inevitablemente. Ya hay demasiadas señales.
El Periódico de Catalunya, Economía, Pag. 24, Jueves, 21 diciembre 2017
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