miércoles, 16 de enero de 2019

Nueva ONU para un nuevo orden

La última cumbre del G-20 celebrada en Buenos Aires este pasado mes de diciembre, mostró discordia y poco contenido. Se trata de la reunión de los líderes de las 20 naciones que suman más del 85% del PIB mundial y del 70% de la población. El mundo está entrando en una nueva era. EEUU ya no es la incontestable potencia hegemónica. China y Rusia ascienden como actores políticos, económicos y militares. Surgen nuevos bloques regionales económicos. El desafío cada vez es mayor.

La ONU se estableció en 1945 para reemplazar a la ineficaz Liga de las Naciones que no había podido evitar la guerra mundial. Pero, en cuanto se estableció, EEUU y sus aliados se alzaron para dominar la agenda global. Y el tiempo ha demostrado, que la ONU actual sirve a los intereses de los 5 miembros permanentes,  que no se comprometen con la organización si esta no cumple con sus expectativas.

En estas décadas, el mundo ha hecho grandes progresos, avances médicos, científicos, sociales y tecnológicos. La cuarta revolución industrial liderada por la tecnología que duplicó sus capacidades y superó las fantasías más imaginativas. Sin embargo, este mismo mundo también está lleno de corrupción, avaricia y nuevas guerras. De pobres, refugiados y desplazados que huyen de sus hogares. Se amenaza la seguridad global, la de los bancos, la de las elecciones. Hay una crisis de identidad, resurge el populismo hostil al pluralismo y la diversidad, se reconstruyen muros.

Este nuevo mundo es caótico, y los desafíos superan a los estados. El poder es más difuso y las relaciones internacionales se están volviendo impredecibles. El aumento de políticas proteccionistas y sentimientos nacionalistas choca con la realidad. La globalización no se puede detener, pero debe ser más inclusiva, sostenible y debería crear trabajo. Los planes estratégicos deben reconfigurarse. Es preciso claridad de visión, agilidad y pragmatismo.

La comunidad internacional se enfrenta a complejos retos como la defensa de los derechos humanos, las guerras comerciales, o el cambio climático que a su vez contribuyen a los crecientes niveles de migración y sus consecuencias. Sin embargo, no aparece ningún tipo de consenso mundial. Algunos de estos problemas están interconectados y no pueden ser rescatados a través de soluciones provisionales.

La ONU estaba destinada a mantener el respeto a la Ley, la paz y la seguridad global. Pero, el mal uso del veto, la rendir cuentas y el desequilibrio estructural han reducido su papel. La ONU actual refleja la impotencia para abordar realmente problemas acuciantes.El orden conocido desde la Segunda Guerra Mundial termina, y algo nuevo está en proceso de conformarse.

No puede haber esperanza para la ONU si continúa operando en base a supuestos erróneos y no debería ser precisa otra guerra global para que se reforme. Es necesario un nuevo orden internacional basado en nuevas reglas, capaz de lidiar con los cambios y  de responder a los problemas globales con soluciones globales.

El Periódico de Catalunya, Opinión, Pag.9 Martes, 8 enero 2019

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