Parece que Arabia Saudí ha podido evitar de momento el contagio de las revueltas que recorren el mundo árabe, sobre todo las protestas a gran escala salvo alguna agitación política después de las manifestaciones en la provincia oriental de mayoría chií, Puede que sea solo cuestión de tiempo, a pesar de haber impulsado muchas medidas positivas para mejorar la educación, la promoción de nuevos sectores económicos y la gestión de sus finanzas, y de disponer de una balanza de pagos sólida. La reforma debe ser adoptada para satisfacer sobre todo a los impacientes jóvenes.
En términos de política, de cultura y de poder económico es de lejos el país más influyente de la región. Tiene una gran riqueza petrolera y el desarrollo de enormes recursos, junto con la falta de transparencia, hace del reino una tierra de oportunidades y desafíos al mismo tiempo. Es el productor de petróleo más importante, con capacidad para calmar o desestabilizar el mercado, por eso el mundo contiene la respiración cuando se trata de este país, porque es vital para la economía mundial. Y no es de extrañar que, con la propagación de las revueltas, la atención internacional se centre en si habrá o no un levantamiento popular en Arabia Saudí.
Es el reino donde se siente la mano del Estado con mayor firmeza. Debido a que el rey Abdulá tiene un horario limitado por la cirugía de espalda y la edad, y debido también a la ausencia por tratamiento médico del príncipe heredero Sultán, el príncipe Naif, ministro del Interior, muy cercano a la línea conservadora, es quien asume la gestión y la coordinación de la respuesta tanto a la primavera árabe como a Irán, que le disputa el liderazgo regional.
El 17 de junio, Manal al Sharif, una mujer saudí funcionaria en el Ministerio de Educación, se metió en el coche de su marido y circuló sola por la periferia de su ciudad, Riad, durante 45 minutos. Un pequeño grupo de personas con ideas afines se unieron a ella en las calles para protestar por la prohibición de conducir que pesa sobre las mujeres. La protesta pone de manifiesto que la presión por el cambio existe y no es la influencia iraní o la inestabilidad regional la que ha llevado a las mujeres a ponerse al volante.
Riad está tomando medidas para aliviar las presiones sociales. El desempleo se estima en el 30% entre los menores de 30 años, pero de los 26 millones de habitantes, ocho millones son trabajadores inmigrantes. Además, la falta de acceso a la vivienda es una preocupación real entre la población joven, que ha aumentado más del 25% en la última década. Riad aprobó el noveno plan de desarrollo 2010-2014, que pretende invertir 400.000 millones de dólares en infraestructuras y crear empleo. Pero este método de distribuir la riqueza petrolera para contentar al pueblo ya no es suficiente. La gente exige más derechos.
Con la mirada fija en mantener su propia estabilidad y la de los países vecinos, Riad está respondiendo con el arma más poderosa en su arsenal: el dinero. Para extender su influencia regional debido a sus intereses en muchos conflictos y para llenar el hueco dejado por EEUU, y así frenar a Teherán, sus objetivos más políticos que económicos son parte de una estrategia para restablecer la estabilidad en la región y unirla contra Irán. Sus preocupaciones con relación a este país son grandes, lo que explica su reacción en Baréin, donde no solo ha proporcionado dinero, sino también las tropas para apoyar a la familia gobernante Al Jalifa; en Omán, en ayuda del sultán Qabus; en Yemen, inyectando dinero y su influencia para asegurar una transición controlada del poder. Ha ofrecido apoyo financiero a Egipto y ha estudiado el ingreso de Marruecos y Jordania en el Consejo de Cooperación del Golfo, entre otras acciones, lo que pone de relieve la preocupación más profunda que tiene Arabia Saudí, los levantamientos árabes, ya que nadie sabe realmente la dirección y el alcance del cambio que se ha desatado en la región.
Un país de delicado equilibrio y muy tradicional intenta impulsar cambios lentos y graduales al estar rodeado por la incertidumbre política y un creciente clamor por una reforma social y política. Aunque está dispuesto a aceptar las reformas en la región, el Gobierno de Riad se siente incómodo con la naturaleza no controlada de los disturbios, pero tampoco puede hacer frente a esta marea solo con recursos financieros. Su respuesta será la clave en una situación insostenible.
La demanda interna de reformas y derechos básicos, aunque más alentada ahora, existía antes de los levantamientos árabes. Conservadores religiosos, liberales, activistas de los derechos de las mujeres y de la democracia son incapaces de predecir el futuro, pero, con independencia del resultado a corto plazo, el desafío a largo plazo no va a desaparecer. Puede tener o no éxito con una mayor influencia regional, pero no puede soslayar que tiene en su casa algunos problemas difíciles que debe abordar.
El Periódico de Catalunya, Opinión Pag.8 12 de julio 2011
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