Hace una década, pocas personas fuera de Oriente Próximo habían oído hablar de Catar Hoy es el mayor exportador mundial de gas natural licuado y un intermediario cada vez más necesario entre Oriente y Occidente. Debido a su tamaño y su ubicación geográfica, Catar ha tenido que ser muy creativo en sus alianzas y también con sus inversiones, lo que le ha permitido hacerse un sitio en la mesa principal de la política global.
Estos éxitos de su diplomacia se deben a dos puntos clave: su pequeño tamaño y su considerable riqueza, que le han permitido ser visto como un observador imparcial (de países más poderosos se esperan siempre agendas ocultas). La ONU también parece receptiva a la mediación de Catar, porque tiene un largo historial de apoyo a la diplomacia con dinero en efectivo, ya sea como pago directo o mediante una inversión en la economía de un país.
Esta estrategia se debe al interés de Catar en que se le considere un Estado implicado en los problemas del mundo y en que quiere ser parte de la solución de muchos conflictos mediante la utilización de sus recursos para estabilizar países como Egipto, Túnez o los territorios palestinos. La reciente visita del jeque Hamad, emir de Catar, a Gaza es otra señal de la voluntad de Doha de afianzar su influencia en la región. Tras haber ayudado a fomentar los levantamientos árabes con una mezcla de apoyo diplomático, militar y financiero -y la retransmisión en directo desde los canales de Al Jazira-, Doha parece decidido a consolidar su relación con la nueva generación de líderes de la zona. A diferencia de otros estados del Golfo, Catar ha sido muy hospitalario con los Hermanos Musulmanes, y también está ofreciendo a los países en transición las herramientas para aliviar algunos de los problemas socioeconómicos que provocaron la caída de los regímenes anteriores.
El emir dice que no hay límite para la cooperación o la inversión. Ciertamente, la riqueza de Doha significa que puede permitirse el lujo de invertir 20.000 millones de dólares en Egipto, grandes sumas en Túnez, asistir a Libia y otorgar 400 millones a Gaza sin ningún impacto apreciable en su balance fiscal. Esta inversión y la buena voluntad se pueden devolver en dividendos políticos en el futuro.
Aliarse con fuerzas de la oposición y apoyar reformas democráticas es una estrategia política muy arriesgada para un pequeño país del Golfo. Pero el riesgo parece haber dado sus frutos: muchos gobiernos occidentales ven en Catar el perfecto intermediario en las cuestiones políticas relacionadas con Oriente Próximo y el norte de África.
Catar ha experimentado un crecimiento sin precedentes durante la última década. Su economía se ha expandido y decuplicado impulsada por las exportaciones de gas, mientras que su población se ha duplicado. Catar superó en el 2010 a Luxemburgo como país más rico del mundo y su PIB es el doble del de EEUU. El emirato planea invertir en los próximos cinco años el doble de su PIB en proyectos de infraestructuras, sobre todo cara al emblemático proyecto del Mundial de fútbol del 2022. Serán 200.000 millones de dólares para posicionarse y ofrecer un modelo catalizador para la expansión del turismo y el deporte.
Es difícil que pase por alto la incursión de Catar en la inversión global, como su acuerdo publicitario con el FC Barcelona o las diversas compras de clubs de fútbol europeos. Su fondo soberano, Qatar Investment Authority (QIA), siempre está preparado para actuar, pero su huella es larga y ancha en todo el mundo, sobre todo en Inglaterra y en Francia, transformada en destino importante con inversiones en empresas estratégicas de energía, la construcción, hoteles y el sector del lujo, y un fondo de 100 millones de euros para proyectos en la banlieue. QIA ha tomado participaciones en Volkswagen, Porsche, Barclays, Crédit Suisse, Iberdrola y Sainsbury's, y ha comprado directamente Harrods o Valentino.
El Gobierno catarí no es elegido democráticamente, aunque cuenta con el apoyo popular. Tal vez su respaldo decidido a la primavera árabe y la lucha por la libertad, pese a que eso parece contradictorio con el régimen, es un punto a su favor en la línea de los esfuerzos hacia una reforma gradual del emirato. El pequeño Estado necesita desarrollar una estrategia coherente que tenga en cuenta no solo el desarrollo económico como eje central sino el desarrollo de los derechos y la libertad, que a largo plazo son las asignaturas pendientes que debería aprobar si quiere presentarse como un país serio, desarrollar un perfil político propio y ser visto como modelo de reformas. La historia de Catar está lejos de haber terminado.
El periódico de Catalunya, Opinión, Pag.10 Miércoles, 5 diciembre 2012
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