Para muchos países y empresas, exportar o internacionalizarse se ha convertido en un imperativo inaplazable en estos últimos años de crisis. Las exportaciones de España han crecido el 28% entre 2008 y 2015. El año pasado batieron un récord y ascendieron a 250.241,3 millones. Uno de los factores que impulsó la creciente vocación exterior fue la crisis. No obstante, la apuesta no está exenta de riesgos, no puede ser una salida temporal, sino una estrategia de largo plazo ante una economía global y sin fronteras. El mundo no es plano, sino desigual y lleno de baches, y las oportunidades son a menudo más difíciles de encontrar.
Múltiples factores preocupan a los empresarios: el riesgo país, de crédito -comercial o financiero-, cómo seleccionar el mercado y desarrollar un plan de expansión, el desconocimiento de los mercados, la legislación, idiomas y cultura y, no menos importante, la seguridad en países en conflicto. Conflictos políticos o económicos, religiosos o culturales, étnicos o lingüísticos.
Estas cuestiones tienen efectos directos en el proceso de internacionalización, en empresarios y directivos, así como sobre las políticas institucionales de apoyo. Muchos no están preparados o formados para gestionar estas realidades. Eso provoca malentendidos, conflictos y pérdidas y daños para las empresas. Es preciso elaborar y aplicar estrategias que respondan de manera significativa y creativa a las situaciones de desconfianza, profunda incertidumbre, o incluso de violencia.
EL OBJETIVO DE REDUCIR RIESGOS
Seguridad y derechos individuales son componentes clave de la internacionalización en un mundo complejo y en conflicto. Hay que tenerlo en cuenta con el objetivo de reducir riesgos en momentos de turbulencias en diferentes países que son el destino de una estrategia de expansión internacional. Trabajar y hacer negocios en otro país implica tener que tratar con un entorno que en ocasiones es muy distinto al propio. Enviar directivos a las zonas de conflicto requiere análisis y gestión de riesgo, establecer alianzas locales y la evaluación de las credenciales de los directivos o instituciones en estas zonas convulsas.
Las empresas deben desarrollar modelos de negocio altamente flexibles que les permitan responder a nuevas oportunidades y amenazas, y tener equipos capaces de gestionar la aventura internacional. La competitividad de un país se mide por su potencial de internacionalización o creciente capacidad para exportar productos, bienes y servicios. La internacionalización de las empresas debe ser una prioridad en política exterior. Es preciso elaborar una estrategia institucional que aborde temas de conflicto e incertidumbre; adaptar nuevos enfoques a las nuevas complejidades operacionales. Son imprescindibles buenas relaciones políticas con otros países como parte de los objetivos de la expansión internacional de las empresas, para crear sinergias y lograr favorables acuerdos comerciales y financieros. Un ejemplo es el caso de las compañías españolas nacionalizadas en América Latina. El hecho indica que es cada vez más necesario un colchón político de seguridad, y también que hay que prevenir cuando muchas empresas han puesto en su radar mercados como Cuba o Irán.
EL ANÁLISIS DE LA INFORMACIÓN
El desarrollo de un programa global de internacionalización requiere que las empresas conozcan mercados muy distantes y diferentes. Esto implica el dominio del proceso de investigación a gran escala, y la capacidad de analizar adecuadamente la información para tomar la decisión acertada. La información en bruto es la materia prima de la inteligencia económica. La primera misión del Estado en esta cuestión es organizar estos activos de información, darles consistencia, y establecer las normas de uso. Es preciso fomentar la internacionalización efectiva en tiempos de creciente radicalización, del nacionalismo y la xenofobia. Y promover los intercambios internacionales, no solo económicos para aprender a gestionar las crisis.
Una eficiente gestión de la internacionalización debería redundar no solo en el logro de los objetivos, sino también en una disminución considerable del riesgo. La planificación permite saber qué terreno pisamos y cómo actuar cuando es necesario emprender inesperadamente una actividad que no estaba prevista.
Más exportación o internacionalización significa más producción, más empleos, más ingresos y mayor crecimiento. El filósofo andalusí, Ibn Jaldún, escribió hace seis siglos que la riqueza de los países crece gracias al comercio con los extranjeros, las necesidades de la gente y los beneficios de los comerciantes. Internacionalizarse es atreverse a saltar a lo desconocido pero se debe conocer lo necesario para lograr los objetivos.
Múltiples factores preocupan a los empresarios: el riesgo país, de crédito -comercial o financiero-, cómo seleccionar el mercado y desarrollar un plan de expansión, el desconocimiento de los mercados, la legislación, idiomas y cultura y, no menos importante, la seguridad en países en conflicto. Conflictos políticos o económicos, religiosos o culturales, étnicos o lingüísticos.
Estas cuestiones tienen efectos directos en el proceso de internacionalización, en empresarios y directivos, así como sobre las políticas institucionales de apoyo. Muchos no están preparados o formados para gestionar estas realidades. Eso provoca malentendidos, conflictos y pérdidas y daños para las empresas. Es preciso elaborar y aplicar estrategias que respondan de manera significativa y creativa a las situaciones de desconfianza, profunda incertidumbre, o incluso de violencia.
EL OBJETIVO DE REDUCIR RIESGOS
Seguridad y derechos individuales son componentes clave de la internacionalización en un mundo complejo y en conflicto. Hay que tenerlo en cuenta con el objetivo de reducir riesgos en momentos de turbulencias en diferentes países que son el destino de una estrategia de expansión internacional. Trabajar y hacer negocios en otro país implica tener que tratar con un entorno que en ocasiones es muy distinto al propio. Enviar directivos a las zonas de conflicto requiere análisis y gestión de riesgo, establecer alianzas locales y la evaluación de las credenciales de los directivos o instituciones en estas zonas convulsas.
Las empresas deben desarrollar modelos de negocio altamente flexibles que les permitan responder a nuevas oportunidades y amenazas, y tener equipos capaces de gestionar la aventura internacional. La competitividad de un país se mide por su potencial de internacionalización o creciente capacidad para exportar productos, bienes y servicios. La internacionalización de las empresas debe ser una prioridad en política exterior. Es preciso elaborar una estrategia institucional que aborde temas de conflicto e incertidumbre; adaptar nuevos enfoques a las nuevas complejidades operacionales. Son imprescindibles buenas relaciones políticas con otros países como parte de los objetivos de la expansión internacional de las empresas, para crear sinergias y lograr favorables acuerdos comerciales y financieros. Un ejemplo es el caso de las compañías españolas nacionalizadas en América Latina. El hecho indica que es cada vez más necesario un colchón político de seguridad, y también que hay que prevenir cuando muchas empresas han puesto en su radar mercados como Cuba o Irán.
EL ANÁLISIS DE LA INFORMACIÓN
El desarrollo de un programa global de internacionalización requiere que las empresas conozcan mercados muy distantes y diferentes. Esto implica el dominio del proceso de investigación a gran escala, y la capacidad de analizar adecuadamente la información para tomar la decisión acertada. La información en bruto es la materia prima de la inteligencia económica. La primera misión del Estado en esta cuestión es organizar estos activos de información, darles consistencia, y establecer las normas de uso. Es preciso fomentar la internacionalización efectiva en tiempos de creciente radicalización, del nacionalismo y la xenofobia. Y promover los intercambios internacionales, no solo económicos para aprender a gestionar las crisis.
Una eficiente gestión de la internacionalización debería redundar no solo en el logro de los objetivos, sino también en una disminución considerable del riesgo. La planificación permite saber qué terreno pisamos y cómo actuar cuando es necesario emprender inesperadamente una actividad que no estaba prevista.
Más exportación o internacionalización significa más producción, más empleos, más ingresos y mayor crecimiento. El filósofo andalusí, Ibn Jaldún, escribió hace seis siglos que la riqueza de los países crece gracias al comercio con los extranjeros, las necesidades de la gente y los beneficios de los comerciantes. Internacionalizarse es atreverse a saltar a lo desconocido pero se debe conocer lo necesario para lograr los objetivos.
El Periódico de Catalunya, Opinión Martes, 12 Julio 2016
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