miércoles, 13 de junio de 2018

Irak: ganar la guerra y perder la paz


Con las elecciones parlamentarias celebradas este mes de mayo, la política iraquí sigue dividida en líneas sectarias con políticos chiitas en las principales posiciones del poder, y muchos suníes que han boicoteado las elecciones por permanecer marginados. Además, el futuro de la región autónoma del Kurdistán sigue sin resolverse.

Los resultados electorales demostraron una creciente sensación de identidad iraquí. Irán, jugador importante junto a EEUU en el tablero iraquí, presionada por la reciente retirada de la administración Trump del acuerdo nuclear, se enfrenta a un importante triunfo del clérigo chiita Al Sadr, un opositor a su influencia en el país, que venció a sus aliados logrando una sorprendente victoria. Si Teherán exagerara su posición presionando a Sadr, correría el riesgo de perder influencia provocando un conflicto entre chiitas leales y opositores.

Irak ha pagado un enorme peaje por la guerra contra DAESH: su economía, infraestructuras y sobretodo su población, han sufrido dramáticamente 38 años de guerras ,embargos y terror. Ahora es vital avanzar en la reconstrucción del país para evitar que resurja la violencia, ya que los problemas económicos y sociales crean conflictos sectarios, que generan un vacío que pueden volver a rellenar los extremistas.

El país se enfrenta a duras condiciones. La población de uno de los principales productores de petróleo del mundo, es pobre, hay una creciente recesión y fuga de divisas, y también aumenta de forma preocupante el número de jóvenes desempleados. Por otro lado, hay 2,5 millones de iraquíes desplazados que deben regresar, y necesitan trabajo y poder confiar en las autoridades. Tambien hay un déficit de 4 millones de viviendas. Por otro lado, el país mantiene la presión del terrorismo lo que hace aumentar los costes en seguridad. Es preciso reconstruir las zonas liberadas y las infraestructuras de petróleo y energía, dar un impulso a los sectores productivos, hoy casi inexistentes. Y restaurar la relación con el Kurdistán y las minorías.

Todo son incentivos para iniciar un proceso integral de reforma y desarrollo, con la ayuda internacional y del sector privado. Las necesidades de reconstrucción ascenderán a unos 80.000 millones de dólares. El acceso a estos fondos dependerá de la confianza que ofrezcan las autoridades ante la falta transparencia y el aumento de la corrupción.

Lo que Irak necesita para gestionar con éxito el postconflicto es independencia en sus decisiones nacionales, una buena vecindad con todo su entorno, luchar contra el terrorismo y la corrupción, mejorar el bienestar de su gente, y acomodar a las minorías. Estos son los puntos de convergencia para una nueva mayoría gubernamental inclusiva y responsable.

Bagdad ha conseguido una gran victoria contra Daesh pero queda un largo camino para resolver los inseparables frentes políticos y económicos. Sin reconstrucción ni reconciliación, sería el equivalente a ganar la guerra y perder la paz.

El Periódico de Catalunya, Opinión,  Pag.2, Miércoles 30 de Mayo de 2018

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