Las entidades financieras que se basan en los preceptos musulmanes se abren paso en el mundo.
La crisis financiera de 2008 y la de la eurozona, junto con la indignación por los excesos de la banca convencional, están ofreciendo a los bancos alternativos una oportunidad para tener una mayor participación en el sistema financiero mundial. En un momento de incertidumbre crece el interés por el sector financiero islámico. Son cada vez más numerosas las entidades que intentan desarrollar productos e instrumentos adaptados a las reglas que rigen los preceptos de esa religión. Y aunque esas entidades representan solo una pequeña proporción a nivel mundial, muestran aspectos más saludables que muchas de sus homólogas convencionales.
La banca internacional empieza a apuntarse creando bancos, filiales o ventanillas islámicas en el Reino Unido, EEUU, Suiza, Alemania, Francia o Luxemburgo. En Londres destaca la apertura de seis bancos específicos, lo que ha convertido a la capital británica en la principal plataforma europea de la banca islámica gracias al esfuerzo de instituciones como la Bolsa de Valores de Londres (LSE). Francia, con París al frente, quiere establecerse como plaza principal. La importancia de este sector ha llevado al Dow Jones, al Financial Times y a Standard&Poor's a crear índices bursátiles especiales, de los que excluyen a aquellas empresas cuyas actividades no se adaptan a los principios del Islam. Grupos como ExxonMobil, Chevron, Nestlé, IBM, Microsoft, o Coca Cola, entre otras, han enfocado su estrategia para captar este tipo de fondos.
Esta novedad está demostrando una capacidad de movilizar recursos con una gama diversificada de productos de inversión y ahorro, que podrían beneficiar al sector público y privado y atraer importantes flujos de inversión en sectores productivos y financieros de todo el mundo. El fenómeno crecerá, pero habrá que liberalizar mercados, y asegurar la libertad de inversión y la coherencia jurídica para facilitar su incorporación al sistema financiero internacional.
En 1974 el Banco Islámico de Desarrollo, puso las bases de un sistema de ayuda basado en los principios islámicos. A finales del siglo XIX, el banco Barclays abrió una oficina en El Cairo. Actualmente, esta rama de las finanzas se desarrolla en 75 países y existen 350 entidades acogidas a dichos principios, de las cuales un tercio son bancos. El resto de la industria está compuesto por fondos mutuos, compañías de seguros (takaful), los “Sukuks” (emisiones de deuda) y la incipiente industria de los fondos de inversión (hedge-funds). Sus activos son hoy de 1 trillón de dólares, y se prevé que alcanzaran los 2.8 trillones. Tienen ingresados el 50% de los ahorros de la población musulmana del mundo, 1.200 millones de personas.
Las implicaciones islámicas crean un concepto diferente de las relaciones y actividades financieras y económicas. El vínculo acreedor-deudor se basa en un reparto equitativo de los riesgos entre el proveedor del capital y el emprendedor. Y de esto se deriva la prohibición de ingresar o percibir intereses. Además, el dinero ha de estar vinculado a una actividad propia o para la comunidad. Así hay tres principales prohibiciones que el Islam impone en las finanzas: El cobro de interés, embarcarse en riesgos excesivos (gharar) y las apuestas.
Las finanzas islámicas predominaron en el mundo musulmán durante la edad media para impulsar el comercio. En España, el Mediterráneo y Báltico, los mercaderes islámicos eran los intermediarios y un engranaje indispensable en el mecanismo de las actividades comerciales. Se ha sostenido que muchos de los conceptos, técnicas e instrumentos de las finanzas islámicas fueron luego incorporados por los banqueros y empresarios de Europa.
El sistema financiero español debe dedicar esfuerzos a captar fondos de estos inversores - muy necesarios hoy- y no quedar al margen. Hay que mirar esta realidad como una nueva oportunidad. Al fin y al cabo, este modelo no es tan diferente del modelo fundacional de las “Cajas de Ahorros” creadas en la segunda mitad del Siglo XVIII, que originariamente estaban vinculadas a instituciones de tipo religioso. Que nacieran con una finalidad social, significa, en este sentido, una gran coincidencia con este fenómeno.
Por la naturaleza integrada de la economía mundial, un desastre en una zona tendrá consecuencias en otras áreas, por lejanas que sean. Es obvio que hay una crisis bancaria y de deuda, y un déficit de financiación y de liquidez. Este sistema alternativo podría formar parte de la solución. Pero para ello debe elegir un camino diferente, si quiere asumir esa función de ofrecer productos fiables y alcanzar un crecimiento sostenible. La cuestión es si las finanzas islámicas, más allá de los clichés, sabrán aprovechar esta oportunidad y cooperar para impulsar un crecimiento económico suficiente para un futuro próspero para todos.
El Periódico de Catalunya, Opinión Pag. 8, Viernes, 3 mayo 2013
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