La decisión de intervenir militarmente para evacuar las plazas ocupadas por militantes del movimiento islamista en Egipto fue tomada sin una evaluación adecuada de las consecuencias y el impacto tanto nacional como regional e internacional. Las imágenes de cadáveres amontonados agravan el incendio, y la declaración del estado de emergencia no parece que pueda evitar que el país caiga en un baño de sangre o en una guerra civil abierta. En todo caso, la situación amenaza lo que queda del periodo de transición y perjudica gravemente la imagen de Egipto en el exterior.
La escena actual es de miedo, pero lo aterrador es que el país que se rebeló contra la tiranía está amenazado por otra de diferente índole. Lo que está ocurriendo desde principios de julio en Egipto no es solo que ha habido un golpe militar y un partido reclama la vuelta de un presidente destituido en ese golpe, sino una nueva expresión de una lucha por el poder que comenzó en 1952 entre una sucesión de gobiernos autoritarios y el movimiento islamista, lucha en la que los movimientos civiles que impulsaron las revueltas de hace dos años han quedado atrapados entre la autocracia, la teocracia y el radicalismo.
Egipto y toda la región aguantan la respiración esperando que ambos bandos dejen el duelo y se sienten a negociar. Este fuego amenaza con extenderse fuera de las fronteras y podría afectar a toda la región e impactar en la economía internacional, sea por un posible cierre del canal de Suez por actos violentos o por un incremento del precio del petróleo.
Egipto es el mayor país árabe y el más poblado, es la referencia para el cambio en Oriente Próximo. La pérdida del poder por los Hermanos Musulmanes no solo afecta a este grupo, sino que también pierden Hamás en Gaza y los partidos hermanados en Jordania, Túnez, Marruecos, Siria y otros países. La idea de una primavera que integre a los islamistas y siga la referencia del modelo turco puede llegar a perder validez.
El éxito de los militares en Egipto significaría la vuelta a la tiranía o a un mubarakismo sin Mubarak, y a la vez animaría a otros regímenes de signo militar de la región a seguir el camino de represión. Si avanzasen las llamas que los extremistas intentan encender entre los componentes de la población egipcia por razón de pertenencia religiosa, podrían afectar a toda la región. Y se abriría una fosa entre religiones y sectas.
Para la estabilidad de Egipto y de toda la región, el éxito de un modelo democrático sigue siendo la mejor solución para la crisis, y a ese modelo debe llegarse a través de acuerdos políticos en los que participen todos en un entorno pacífico. La exclusión de los Hermanos Musulmanes y su amplia base popular dará lugar a la aparición de una generación de islamistas radicales dentro y fuera de Egipto, porque estos sectores han perdido la confianza en el cambio democrático pacífico.
Todo lo que sucede en Egipto afecta a todos los árabes y a toda la región de Oriente Próximo. La continuación del proceso de construcción democrática debe llevarse a cabo con realismo político, lejos del pesimismo o el optimismo.
El Periodico de Catalunya, Análisis, Pag.13, Sabado 17 agosto 2013
El Periodico de Catalunya, Análisis, Pag.13, Sabado 17 agosto 2013
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