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El acuerdo nuclear con Irán --aunque todavía está pendiente de negociar la letra pequeña para su aplicación y firma el próximo junio-- está marcando el comienzo de un cambio histórico en los patrones de poder, los conflictos y la diplomacia en la región.
Al igual que todos los cambios, está cargado de incertidumbre ante el riesgo de nuevos conflictos, pero también lleva consigo potenciales oportunidades para una mayor diplomacia y para encontrar un terreno común.
Aunque este acuerdo todavía podría fracasar, Irán y los 5 +1 están ahora en la mesa de negociación y no en el campo de batalla, después de 36 años de falta de comunicación y amenazas de guerra.
No se puede afirmar que el programa nuclear que Irán ha vendido tenga un bajo precio. Es famosa la experiencia del Bazar Persa. La cantidad de dinero que podría recibir Teherán sería de 150.000 millones de dólares --139.000 millones de euros--. Es el valor de los depósitos congelados y propiedades en occidente, que es diez veces el costo del programa que lleva en venta más de diez años, a la espera del momento adecuado para llegar a un acuerdo.
Si se llega a un acuerdo definitivo y se levantan las sanciones, las perspectivas de crecimiento económico a largo plazo de Irán, un mercado de 79 millones de personas con un PIB nominal de 400.000 millones de dólares --371.000 millones de euros--, mejorarían.
Se abriría a las empresas internacionales. Muchas ya están anticipando los enormes beneficios por el desarrollo de la infraestructura, las instalaciones de petróleo y gas y la importación o la fabricación de bienes de consumo, sobretodo coches.
Las empresas extranjeras pueden invertir en la actualidad en las zonas francas o formar una empresa conjunta con un socio local. Pero en esta nueva etapa encontrar los socios adecuados será un gran desafío. La estructura y relaciones de negocios son opacas y quienes no están familiarizados con el país podrían tener problemas.
Así, de momento, la mejor estrategia para las empresas es prudencia, contenerse, investigar el mercado y encontrar los socios adecuados. Después, también es importante entrar en el mercado en el momento oportuno.
El acuerdo no significa cambios inminentes. Se necesitará tiempo y años para recuperarse de los daños que causaron las sanciones. Los inversores están en la línea de salida esperando para invertir. Sobre todo, las empresas energéticas empiezan a negociar inversiones y nuevos contratos petroleros para la extracción del crudo o gas.
El crecimiento este año será entre el 1 y el 2%. Pero los riesgos son altos para una economía en un entorno de bajo crecimiento y alta inflación. Las autoridades deben emprender reformas de amplio alcance para lograr la estabilidad, sentar las bases de un crecimiento mayor, bajar el desempleo, combatir la inflación, endurecer la política monetaria y la consolidación fiscal, sobre todo si el entorno externo sigue mejorando.
El presidente Rouhani ha asumido un país en una grave crisis interna y una complicada situación externa. La tensión con Occidente es clara. El enredo en Siria es muy costoso. Hay un profundo resentimiento por las malas condiciones económicas, resultado de las sanciones y el Estado no puede beneficiarse de sus recursos naturales por su política exterior. El desempleo, del 20%, crece y el coste de vida ha pasado a ser intolerable.
Las sanciones ha tenido un efecto devastador. El PIB se contrajo el 1,3% en 2013. El Rial ha perdido más de dos tercios de su valor, los precios de los alimentos han aumentado hasta un 70%.
Al mismo tiempo, las exportaciones de petróleo por las sanciones han caído al mínimo en 30 años y los ingresos cayeron un 27% en 2013, a pesar de los altos precios del petróleo.
Las pérdidas son de 172.000 millones dólares --160.000 millones de euros--. Los temores de una creciente indignación popular y no de las amenazas han obligado a Teherán a llegar a un acuerdo con Occidente y detener parte de su programa nuclear.
Rouhani está en condiciones de forjar la unidad entre los distintos centros de poder y en sacar adelante reformas vitales. La recuperación de la situación económica estará supeditada a un posible alivio del levantamiento de las sanciones.
Hay que esperar para ver cómo se van a gestionar las esperanzas de los iraníes, los temores de sus vecinos y el impacto de las sanciones de Occidente y cómo serán las nuevas líneas de demarcación entre los reformistas y los intransigentes. Irán también necesita una política pragmática para restablecer las relaciones con sus vecinos y gestionar sus enormes recursos naturales para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
El acuerdo puede ser un mal negocio para algunos, pero no necesariamente para toda la región. Porque apostar por la paz, en lugar de la destrucción, siempre será más rentable.
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