Economía Digital, dimarts, 20/12/2016
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En Barcelona a principios de este mes, se volvió a escenificar el espíritu mediterráneo en el certamen Líderes Económicos MedaWeek 2016. En esta décima edición especial se contó con 12 foros y seminarios generales y temáticos, de sectores, actores, o países, con 60 sesiones de trabajo, 200 ponentes y la participación de más de 1100 empresarios, cámaras de comercios, patronales, autoridades políticas y organizaciones internacionales de 34 países.
La celebración de estas diez ediciones de la MedaWeek o el Davos del Mediterráneo representa, en cierta medida, el triunfo de la esperanza sobre la incertidumbre, la ignorancia -o quizás la indiferencia. El triunfo de la ideas de desarrollo sobre la violencia, la construcción de puentes sobre los muros de incomprensión, recelo y diferencias del pasado que entorpecen el futuro. No actuar multiplica el riesgo y afecta al conjunto.
Muchas son las conclusiones y propuestas surgidas durante este evento, sobre todo lo referente a los jóvenes especialmente los licenciados parados, que son nuestro capital.
En el Mediterráneo se debe aprovechar la creatividad y el potencial de los jóvenes y las mujeres. Se les debe dar el apoyo, la oportunidad y la libertad para hacer su contribución. El espíritu emprendedor y la innovación deben convertirse en una prioridad. Será imprescindible una nueva visión que se formaliza con la gran ambición mediterránea para ser una economía del conocimiento entre los líderes en el mundo.
Hoy más que nunca deben exponerse nuevas ideas, propuestas audaces, sobre la mesa de quienes nos gobiernan, estén en Bruselas o en las capitales mediterráneas claves. Hay que dar más fuerza al proceso de integración mediterráneo.
Las empresas y las cámaras de comercios o patronales son los actores que están llamados a jugar un papel clave como instituciones encargadas de promover la actividad económica y fomentar la cooperación entre los empresarios y los agentes económicos de los países de ambas ribas del Mediterráneo. Son pues, los auténticos agentes de paz porqué la actividad económica es un verdadero instrumento de paz en estos tiempos tormentosos.
El sector privado regional debe ser consultado y considerado como actor, porque aporta nueve de cada diez puestos de trabajo en los países en vías de desarrollo, juega un papel clave en la creación de nuevos puestos y fomenta el crecimiento.
Más que nunca, los temas económicos y de inversión deben introducirse en un amplio debate que con demasiada frecuencia está dominado por cuestiones de seguridad y de inmigración. Los refugiados son sólo una parte --o un síntoma-- de la relación de la UE con el sur del Mediterráneo; son un hecho en estos tiempos, y la tolerancia resulta indispensable para hacer posible la convivencia.
Desde 2010 hasta 2015, la región ha perdido 613.800 millones de dólares en actividad económica, casi el 6% del PIB. Además, hay 40 millones de jóvenes desempleados, 27 millones sin educación ni formación.
Harán falta nuevos marcos o una nueva visión mediterránea para impulsar la integración, una condición imprescindible para el crecimiento. Porque las relaciones entre las dos orillas se basan, en un grado nada despreciable, en la capacidad de las empresas y del sector privado para incrementar los flujos de inversión, de bienes producidos y comercializados ya que los futuros niveles de empleo, muy especialmente en el sur, dependerán de la voluntad de invertir en esta apuesta de los inversores privados, sean nacionales o internacionales.
Fomentar la cooperación económica ayudaría a solucionar los problemas de inmigración y radicalización. Impulsar la interacción intra-regional, la creación de empleo, la inversión, la experiencia crediticia, la promoción del turismo, son las políticas que podrían ayudar a resolver las condiciones socioeconómicas desesperadas. Se lucharía contra la pobreza y el desequilibrio, la desigualdad y se incrustaría la democracia.
Algunos países de la región están al borde de la ruina económica y financiera, por las guerras y la inestabilidad política. Además, los riesgos geopolíticos surgen por el terrorismo y un horizonte cerrado para los jóvenes, y estos jóvenes necesitan tener esperanza y un deseo de estabilidad y prosperidad.
La magnitud del desafío, deja a las medidas existentes claramente insuficientes. Hace falta una nueva política europea para el Mediterráneo, un Plan Marshall seria una solución realista para resolver los problemas económicos y sociales endémicos.
No podemos de dejar de imaginar nuevas vías o posibilidades, sumar culturas y capacidades y utilizar esta sinergia en la búsqueda de nuevos caminos para la integración regional. Este proceso aporta gran valor a ambas orillas y se convierte en un factor unificador y constructivo para la cooperación y la identidad.
Hace seis siglos, el filósofo andalusí Ibn Jaldón escribió que «gracias al comercio con los extranjeros, las necesidades de la gente y los beneficios de los comerciantes, crece la riqueza de los países».
Su contemporáneo, el canciller de Florencia Colucci di Piero Salutati, señalaba que «la peregrinación es un acto sagrado; la justicia aún lo es más; pero al acto más sagrado de todos es, a nuestros ojos, el comercio». Estas palabras nos parecen hoy tan ciertas como entonces: el Mediterráneo y los mediterráneos haríamos bien en retornar a nuestros raíces históricas.
La celebración de estas diez ediciones de la MedaWeek o el Davos del Mediterráneo representa, en cierta medida, el triunfo de la esperanza sobre la incertidumbre, la ignorancia -o quizás la indiferencia. El triunfo de la ideas de desarrollo sobre la violencia, la construcción de puentes sobre los muros de incomprensión, recelo y diferencias del pasado que entorpecen el futuro. No actuar multiplica el riesgo y afecta al conjunto.
Muchas son las conclusiones y propuestas surgidas durante este evento, sobre todo lo referente a los jóvenes especialmente los licenciados parados, que son nuestro capital.
En el Mediterráneo se debe aprovechar la creatividad y el potencial de los jóvenes y las mujeres. Se les debe dar el apoyo, la oportunidad y la libertad para hacer su contribución. El espíritu emprendedor y la innovación deben convertirse en una prioridad. Será imprescindible una nueva visión que se formaliza con la gran ambición mediterránea para ser una economía del conocimiento entre los líderes en el mundo.
Hoy más que nunca deben exponerse nuevas ideas, propuestas audaces, sobre la mesa de quienes nos gobiernan, estén en Bruselas o en las capitales mediterráneas claves. Hay que dar más fuerza al proceso de integración mediterráneo.
Las empresas y las cámaras de comercios o patronales son los actores que están llamados a jugar un papel clave como instituciones encargadas de promover la actividad económica y fomentar la cooperación entre los empresarios y los agentes económicos de los países de ambas ribas del Mediterráneo. Son pues, los auténticos agentes de paz porqué la actividad económica es un verdadero instrumento de paz en estos tiempos tormentosos.
El sector privado regional debe ser consultado y considerado como actor, porque aporta nueve de cada diez puestos de trabajo en los países en vías de desarrollo, juega un papel clave en la creación de nuevos puestos y fomenta el crecimiento.
Más que nunca, los temas económicos y de inversión deben introducirse en un amplio debate que con demasiada frecuencia está dominado por cuestiones de seguridad y de inmigración. Los refugiados son sólo una parte --o un síntoma-- de la relación de la UE con el sur del Mediterráneo; son un hecho en estos tiempos, y la tolerancia resulta indispensable para hacer posible la convivencia.
Desde 2010 hasta 2015, la región ha perdido 613.800 millones de dólares en actividad económica, casi el 6% del PIB. Además, hay 40 millones de jóvenes desempleados, 27 millones sin educación ni formación.
Harán falta nuevos marcos o una nueva visión mediterránea para impulsar la integración, una condición imprescindible para el crecimiento. Porque las relaciones entre las dos orillas se basan, en un grado nada despreciable, en la capacidad de las empresas y del sector privado para incrementar los flujos de inversión, de bienes producidos y comercializados ya que los futuros niveles de empleo, muy especialmente en el sur, dependerán de la voluntad de invertir en esta apuesta de los inversores privados, sean nacionales o internacionales.
Fomentar la cooperación económica ayudaría a solucionar los problemas de inmigración y radicalización. Impulsar la interacción intra-regional, la creación de empleo, la inversión, la experiencia crediticia, la promoción del turismo, son las políticas que podrían ayudar a resolver las condiciones socioeconómicas desesperadas. Se lucharía contra la pobreza y el desequilibrio, la desigualdad y se incrustaría la democracia.
Algunos países de la región están al borde de la ruina económica y financiera, por las guerras y la inestabilidad política. Además, los riesgos geopolíticos surgen por el terrorismo y un horizonte cerrado para los jóvenes, y estos jóvenes necesitan tener esperanza y un deseo de estabilidad y prosperidad.
La magnitud del desafío, deja a las medidas existentes claramente insuficientes. Hace falta una nueva política europea para el Mediterráneo, un Plan Marshall seria una solución realista para resolver los problemas económicos y sociales endémicos.
No podemos de dejar de imaginar nuevas vías o posibilidades, sumar culturas y capacidades y utilizar esta sinergia en la búsqueda de nuevos caminos para la integración regional. Este proceso aporta gran valor a ambas orillas y se convierte en un factor unificador y constructivo para la cooperación y la identidad.
Hace seis siglos, el filósofo andalusí Ibn Jaldón escribió que «gracias al comercio con los extranjeros, las necesidades de la gente y los beneficios de los comerciantes, crece la riqueza de los países».
Su contemporáneo, el canciller de Florencia Colucci di Piero Salutati, señalaba que «la peregrinación es un acto sagrado; la justicia aún lo es más; pero al acto más sagrado de todos es, a nuestros ojos, el comercio». Estas palabras nos parecen hoy tan ciertas como entonces: el Mediterráneo y los mediterráneos haríamos bien en retornar a nuestros raíces históricas.
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