martes, 2 de julio de 2013

Egipto: salir del círculo vicioso

Mursi ha subestimado el significado de la revolución contra Mubarak y el malestar ciudadano crece.

Muchos egipcios esperaban con ilusión poder votar,por primera vez en su historia, un presidente no impuesto, pero se cumple un año desde que  Mohamed Mursi asumió el poder y el país está muy agitado, como demuestran las movilizaciones de este fin de semana para reclamar elecciones presidenciales anticipadas.Las protestas certifican que ningún presidente de la era de la primavera árabe podrá usar el poder de una manera similar a la de los regímenes que fueron derrocados.

El camino hacia la libertad no iba a ser fácil. Desde el triunfo de la revolución presenciamos un choque entre un impulso contundente de cambio y la tradición de gobiernos autoritarios que intentan permanecer a pesar de todo. Era obvio que en dos años no se iba a eliminar en Egipto un legado de seis décadas. No hay soluciones milagrosas, ni rápidas, a los problemas que se han acumulado y agravado. El Presidente no necesita averiguar mucho para darse cuenta de la magnitud de la degradación que vive el país. Le basta con salir a la calle para ver y oír lo que debería ser motivo de gran preocupación.

Se esperaba que los islamistas, una de las corrientes mayoritarias, no adjudicaran a las elecciones y a la nueva Constitución una dimensión sagrada; que aceptasen el voto civil y libre para constituir las bases de un sistema democrático contra todas las formas de tiranía. Y se esperaba que el Gobierno y la oposición intentasen asentar en la conciencia colectiva, que el sistema totalitario de falta de libertades había caído,y que encabezasen una transición desde la tiranía a la democracia, para enfrentarse a los nuevos desafíos que representa la democratización.

Pero algo grave ha pasado y ha provocado que los ciudadanos empiecen a perder la confianza. Muchos son los errores cometidos y, mientras, los partidos islamistas extienden su control a las fuerzas armadas y al poder judicial. En las calles se teme por el trabajo, la seguridad y la libertad, por el principio de la alternancia en el poder, por los derechos de las mujeres, y otros muchos. Se teme por los programas educativos y por el propio futuro. 

Es cierto que el Presidente Mursi no tomó ninguna posición de riesgo en las relaciones con Israel, y logró mantener la intensidad de las relaciones con EE.UU y la UE. Sin embargo, el verdadero examen está en casa, y este de momento, lo ha suspendido. Egipto se encuentra en medio de una experiencia muy singular, abierta a todos los escenarios. Una situación costosa para los ciudadanos, y que ha tenido un peaje en las inversiones y la ayuda externa.

El principal error de Mursi, ha sido subestimar este pulso popular y calcular mal el verdadero significado de la revolución contra el régimen de Mubarak. Otro error: imponer una Constitución sin entender que debe ser de todos y no un programa partidista y que la diferencia o el reconocimiento del otro no es un derecho transitorio. Y también han errado los partidos Laicos. Su división, el oportunismo de algunos de sus miembros y la estrechez de miras de los demás los han hecho más débiles.

¿Se equivocaron las fuerzas revolucionarias, los jóvenes y las mujeres al no comprender que la pureza de intención y los sueños de color de rosa no son factores suficientes para cumplir con los objetivos de una revolución? Se apostó por la estabilidad, en perjuicio del equilibrio de poder y una verdadera participación. Pero no hay estabilidad sin contar con la gente, sin programas de igualdad y sin soluciones serias  a los problemas económicos y sociales.

Egipto deberá enfrentarse a retos importantes, pero es en la reforma política y la economia donde se juega el futuro. El éxito económico será vital para el proceso político y la revolución popular. Catorce millones de personas subsisten con menos de 1 dólar al día. El desafío será conseguir una transformación radical y aprovechar las oportunidades potenciales de crecimiento. En particular, el fortalecimiento del sistema judicial, la protección del derecho de propiedad, la erradicación de la corrupción, la eliminación de los obstáculos burocráticos, la potenciación del papel del sector privado y la simplificación de los procedimientos para atraer la inversión. La clave está en crecer y crear empleo. Se necesitan 9,5 Millones de puestos de trabajo hasta el 2020. Serán el termómetro de la estabilidad social.

Antes del 25 de enero 2011, nadie podría creer en Egipto - ni seguramente en el mundo - lo frágil que era el régimen de Mubarak y la valentía de un pueblo milenario. Hay que esperar que Gobierno y oposición estén a la altura de las expectativas de la gente. El gran error seria que volviera al país la pesadilla de la tiranía tras el sueño de la revolución. Ahora lo más importante es salvar a Egipto de la pesada herencia del pasado y la confusión del presente, para construir un futuro.

El Periódico De Catalunya, Opinión, Lunes 1 de Julio 2013

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho Anwar,pero pienso que ahora es más difícil de conseguir lo que apuntas que cuando se derrocó a Mubarak......¿¿??

    ResponderEliminar