viernes, 11 de diciembre de 2015

El mundo árabe y el Fútbol

Más información, Tras mi artículo de este verano  "El Barça y el mundo árabe " ....


¡Visca Irak!   ¡ Hala Marruecos!


Artículo de 20 Noviembre 2015         por Zuriñe Ortiz de Latierro

Los clásicos entre el Real Madrid y el Barça se viven con más intensidad en el mundo árabe que en España. «Todo se para, las mezquitas se vacían». Y los clérigos radicales se enfadan. Visten las camisetas merengue y blaugrana hasta en la guerra. Y los clubes les miman. El Real Madrid y el Barça llegaron a quitar la cruz de sus escudos para no ofender.

Bouzan Hadawi soñaba desde los 5 años con trabajar en el Bernabéu. Es sirio, zurdo y cabezón. Su padre quiso acabar con esa fantasía cuando cumplió 13 y metía más goles que codos en el colegio: le borró de la liga escolar de Alepo y le habló de lo cara que es la vida. Entonces su país era uno de los más libres y cultos del mundo árabe y los chicos como él maduraban en la universidad. Pero no le dio tiempo de acabar la carrera de Periodismo. Las bombas destrozaron su universo y, hace cuatro años, los Hadawi escaparon a Europa. Bouzan trabaja en el Bernabéu.

Es el traductor de árabe de los miles de aficionados musulmanes que desfilan por el museo merengue, además de actor, estudiante, joyero... «La afición es tremenda. Mis amigos y mis hermanos son del Real Madrid y alguno del Barça. Amamos estos clubes desde niños». Bouzan acaba de cumplir 28 años y está tan conmocionado por la tragedia de París que se le atraganta hablar del clásico que jugarán los dos gigantes este fin de semana. No se atreve a aventurar si finalmente se disputará –el Gobierno y la Liga de Fútbol Profesional garantizaron ayer que se celebrará entre fuertes medidas de seguridad– ni sabe cómo se seguirá en su país herido de muerte. Pero fijo que estará con Ronaldo.

Siria es merengue. Tiene dos peñas madridistas, aunque no le faltan seguidores culés. Nuestro fútbol hechiza a personas en situaciones extremas: de Yemen a Libia, de Somalia a Egipto, hemos visto a niños, soldados y mercenarios vistiendo el blanco y el blaugrana para rezar, gritar o matar. A combatientes en puestos de control, enfrentándose a tiranos, que en jornadas como la del sábado andan con el corazón pendiente de contiendas más tristes.

Los jóvenes árabes no tiene otra afición que el fútbol. Hay un fanatismo. No digamos cuando se juega este clásico, que lo ponen por delante de la religión. El segundo pilar del islam es la oración, la Salat. Y cumplir con ella en el momento adecuado te lleva al paraíso cuando mueres. Bien, nadie te puede decir que cumple la Salat cuando juegan el Real Madrid y el Barça», ilumina la argelina Naima Benaicha, profesora de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante.

Viaja cada tres meses a Orán, su ciudad, donde ha seguido varios choques entre los dos equipos que más camisetas venden en el mundo: «Es una fiesta tremenda. Las familias, los amigos, compran comida y bebida. El partido se puede ver en cualquier lugar con las parabólicas. Las calles se quedan desiertas, la circulación se para. Se vive con mucha más pasión que en España. No tiene nada que ver. Parece que hay un toque de queda». Y cuando acaba, la fiesta estalla en la calle: «Unos y otros tienen sus bares para festejar los triunfos. Sin ver la tele ni oír la radio sabes quién ha ganado por el jaleo que se monta».

En el resto del norte de África –en Marruecos rivalizan nueve peñas madridistas y cinco culés– y en Oriente Medio la afición es igual de entusiasta. De Casablanca a Estambul, de Amman a Doha, los encuentros de los dos grandes se anuncian en cafeterías y restaurantes, las calles rebosan miles, millones de seguidores pegados a pantallas estratosféricas. A los directivos de la primera cadena de televisión árabe, Al Jazeera, les gusta decir que sus retransmisiones han sido clave en la explosión de los dos equipos, lo que les ha ayudado a convertirse en clubs más populares que el Manchester, el Chelsea o el Milan. «Aquí se vive con diez veces más de intensidad que en Madrid o en Barcelona. Hay muertos, hay peleas, hay incluso crímenes cuando se disputa un clásico», resaltaba en 2012 Mohammed Ammor, su director.

En los últimos tres años, el fervor se ha disparado. Con Messi y Ronaldo en el campo, la audiencia de Al Jazeera supera los 420 millones de espectadores, cuando un partido del Barça o el Madrid contra un equipo español discreto se queda en 15 millones. 

La televisión ha ayudado, pero también el dinero de los jeques. Cinco de los diez mayores clubs de Europa llevan logos de líneas áreas del Golfo Pérsico en sus camisetas. El Barcelona negocia estos días la prórroga del contrato con Qatar Airways. Se manejan cifras históricas: entre 65 y 70 millones de euros al año. Florentino Pérez presentaba el año pasado por todo lo alto el acuerdo de patrocinio con el Banco Nacional de Abu Dhabi, que se convierte en el patrocinador oficial del Madrid para los Emiratos Árabes. Sin olvidar el megacontrato con Fly Emirates. «Cada partido jugado en el Santiago Bernabéu se vive en Emiratos Árabes Unidos con verdadera emoción. El vínculo es cada vez más intenso», enfatizaba el presidente. Hasta tal punto, que no se cortó a la hora quitar la cruz del escudo del club en las tarjetas de crédito del banco de Abu Dhabi «para evitar el malestar de los clientes musulmanes». Pero la asociación católica Enraizados se puso a recoger firmas y la cruz volvió al escudo. La de Sant Jordi también ha volado en algunos sitios. En Riad (Arabia Saudi), por poner un ejemplo, no se vende una camiseta blaugrana con aspa. En su lugar figura una barra vertical. Aunque en el Barça, como en el Real Madrid, estos días no dicen ni mu de cruces, ni de nada que tenga que ver con la afición árabe.

Las amenazas del imán

Anwar Zibaoui, un economista y empresario de Beirut afincando en Barcelona, desde donde coordina una potente asociación que agrupa a más de 300 cámaras de comercio del Mediterráneo, acostumbra a explicar los fenómenos desde varios puntos de vista. «Sorprende mucho ver esta pasión del mundo árabe por el fútbol español, pero no es de ahora. Es algo histórico que ha ido incrementándose por varias causas». El dinero: «Los países del Golfo han encontrado en el fútbol un instrumento de promoción económica. No son jeques que tiran el dinero. Tienen a los mejores ejecutivos del mundo que han descubierto en este deporte un filón». La política: «Mejor que la gente hable de fútbol y no de otras cosas. En países donde no hay democracia, el fútbol es un espacio para gritar, para evadirse y hacer amigos». La pasión: «Al final, mueve tantos sentimientos que no es de extrañar que millones de árabes sigan al Barça y al Real Madrid casi como a la religión».

Hace ocho años, Zibaoui vibró con un clásico en Tánger. Era sábado y lo siguió en casa de un amigo marroquí: «Cuando ganó el Barcelona empezaron las batallas campales en la calle, tiraban piedras. Es un detalle de la pasión con la que lo viven y esto fastidia mucho a los grupos que expanden el terror».

En el encuentro que jugaron el 25 de octubre del año pasado, un conocido y perseguido imán salafista francés arremetió en su cuenta de Facebook contra los aficionados musulmanes por no atender a sus oraciones: «¡¡¡Barcelona, Real Madrid!!! Las calles prácticamente vacías, los bares llenos, las salas de rezos casi vacías. ¿Cómo podéis estar sentados durante dos horas a mirar un partido? ¿Sois capaces de coger el Corán y meditar durante dos horas?». Los merengues remontaron el gol inicial de Neymar y acabaron superando a los culés por 3-1. 


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