lunes, 21 de marzo de 2011

El largo camino hacia el Mediterráneo

El nuevo presidente de la Generalitat, Artur Mas, remarcó en el debate de investidura que Catalu-nya debe aprovechar su posición geográfica para ejercer de manera efectiva la capitalidad mediterránea. Y aprovechar este potencial para proyectar Catalunya al mundo es una apuesta importante que sitúa el Mediterráneo como una de las prioridades de la política exterior catalana.

La relación entre Barcelona, Catalunya y el Mediterráneo tuvo una época de gran plenitud a finales del siglo XIII y principios del XIV. Se crearon diversas rutas comerciales y numerosos Consolats de Catalans en varias ciudades del Mare Nostrum. El Mediterráneo acababa de descubrir a unos emprendedores comerciantes, que nunca dejaron de recorrer sus orillas. Hoy se abren caminos para el futuro y hay que emprender este viaje devuelta al Mediterráneo para ejercer de puente en este proceso de unión.

Cuando en 1995 se lanzó el Proceso de Barcelona, los impulsores de esta iniciativa ya sabían que era un proyecto a largo plazo y con conflictos latentes, pero necesario para Europa y sus socios mediterráneos. Quince años después, y con la reformulación hecha por iniciativa francesa en el 2008 de crear la Unión por el Mediterráneo (UpM) como una organización de proyectos concretos para acelerar el proceso, la tónica sigue siendo la misma. El fiasco de no poder celebrar la segunda cumbre de la UpM ha evidenciado que, además del conflicto árabe-israelí, el principal escollo, la falta de liderazgo, las diferencias estratégicas, el estancamiento de la UE y las fracturas existentes (económicas, religiosas, políticas) lo empeoran.

La primera cumbre en París de la UpM, celebrada gracias a la implicación directa del presidente Nicolas Sarkozy ante los presidentes de la región y la UE, y en una situación económica mundial delicada, tuvo un cierto éxito: mantuvo la esperanza de continuar el Proceso de Barcelona, a pesar de las dudas sobre el acierto de ampliarlo a más países y la complejidad de gestionarlo, y el hecho de que la cumbre de París aprobó crear instrumentos, proyectos y sobre todo una secretaria general. Finalmente, Barcelona fue nominada para acogerla, lo que enfrió los ánimos franceses y España no consiguió liderar este empuje, a pesar de algunos éxitos importantes del exministro Miguel Ángel Moratinos, como el nombramiento del secretario general y el lento inicio de actividades, puesto que tardaron meses en aprobar sus estatus y presupuestos. En la práctica no puede salir de la rutina con la confusa situación política e institucional. Sin embargo, a pesar de estos contratiempos, es el momento para que Barcelona y Catalunya asuman este proyecto y no dejen escapar esta oportunidad histórica de poder influir en la política general y de ser la referencia en el Mediterránea.

Tampoco hay que olvidar la situación actual de la UE, y su incidencia en política exterior, no solo en el Mediterráneo. La UE está inmersa en una crisis política y económica; ya se sabe que las democracias son débiles en tiempos de crisis.

A pesar de todo y para que el árbol no nos impida ver el bosque, hay que seguir el camino, que el tren no se detenga a pesar de las decepciones, las dificultades políticas o el regateo. También hay puntos positivos: ahora el Mediterráneo está en la agenda política de la UE con una secretaría general encargada del seguimiento y de identificar los proyectos específicos y su financiación. El funcionamiento es de geometría variable para evitar bloqueos y facilitar la toma de decisiones.

Es muy difícil de pronosticar si el proyecto mediterráneo de integración puede seguir adelante frente a sus múltiples problemas. Pero el coste de no avanzar sería mucho más alto. Hay que superar los muros de incomprensión, sobre todo herencias y conflictos que están hipotecando el futuro. La enseñanza de la crisis es la demostración de que el mundo es realmente global y revela las fuerzas de las interdependencias entre los estados y regiones. Por eso se hace necesaria una estrecha cooperación entre el Norte y el Sur, y el Mediterráneo no puede permitirse quedar al margen de estas evoluciones. En vista del potencial material y humano de que dispone, esa suma debe convertirse en un elemento de competitividad y una ventaja comparativa en relación con otras economías, como la China, la de EEUU o la de la India.

Hoy es más necesario que nunca crear espacios de encuentros en un Mediterráneo lleno de división, que se levanta diariamente con noticias de conflictos que ya contaminan a la UE. Las palabras ya no son suficientes. La presión es necesaria. Pero ¿quién puede ejercerla? Este es el otro tema tabú.

En el largo camino hacia el Mediterráneo, lo que está en juego es mucho y solo se puede conseguir llegar si todos van juntos remando en la misma dirección. Se necesitará un poco más de generosidad y algo menos de egoísmo

El Periódico de Catalunya, 31 de Enero 2011

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