La compra por parte de uno de los fondos soberanos de Qatar de los famosos grandes almacenes Harrods de Londres ha sido una de las noticias sobre Oriente Próximo más reproducidas por la prensa a nivel mundial. A menudo, las tensiones políticas en la zona son los titulares más repetidos y ocultan otras realidades que apuntan a un resurgimiento de nuevos modelos en la región más allá de los típicos petrodólares y los compradores de todo. Una nueva generación asume su papel de diversificar sus economías y gestionar los ingresos del petróleo, y consiente en utilizar su poder en el mapa de las relaciones internacionales y rentabilizarlo.
El desarrollo económico de la región continúa ganando impulsos a pesar de los conflictos, que no son pocos: Irán, Irak, Yemen, Palestina... El paso del desierto a un oasis económico que sí puede florecer cambiaría el futuro de esta compleja región.
QATAR ES un buen ejemplo. A pesar de la crisis económica mundial, el emirato - con una extensión de 11.437 kilómetros cuadrados y 1,66 millones de habitantes (el 80%, extranjeros) - está en plena expansión. Situado estratégicamente en un cruce entre Oriente Próximo, Asia y Europa, las cifras son claras: un fuerte crecimiento gracias a sus exportaciones de hidrocarburos, sobre todo gas natural licuado - 43 millones de toneladas al año, el 90% de todas sus exportaciones-, la rentabilidad de sus inversiones en el exterior y los grandes proyectos en el interior, y un aumento del PIB de casi un 300% en los últimos seis años que ha impulsado un crecimiento el 11,6% en el 2009. Es el mayor índice registrado en el mundo, es el mayor exportador mundial y el tercero en reservas de gas natural y de los primeros en la renta per cápita en la clasificación mundial.
La proyección de país que las autoridades planean para el 2030 trata de ir hacia una economía del conocimiento sin depender excesivamente de los hidrocarburos. Multiplican su esfuerzo para acelerar el desarrollo y ampliar su base, y se centran ahora en la creación de las infraestructuras necesarias para diversificar una economía sorprendente. El brazo financiero son los fondos soberanos de la Autoridad de Inversiones de Qatar, que dispone de 60.000 millones de dólares para actuar y está a punto de cerrar algunas operaciones de compra del mayor calado en países como Francia y Alemania y otros puntos del mundo.
En los últimos años ha invertido 30.000 millones de dólares en adquirir participaciones en sociedades de distintos sectores como Barclays Bank, Crédit Suisse, la Bolsa de Londres, EADS, J. Sainsbury, Volkswagen, Porsche, la isla Cayo largo en Cuba.... A esto hay que añadir los 220.000 millones de dólares de inversión en proyectos que se están desarrollando en la actualidad o previstos para los próximos cinco años, creando centros de educación e investigación, los grandes proyectos turísticos, el Mundial de fútbol o los Juegos Olímpicos...
Pero tal vez la puesta en marcha del canal de televisión Al Jazira en árabe e inglés ha dado a Qatar una mayor proyección tanto regional como internacional y ha ofrecido una plataforma idónea para dar visibilidad a sus esfuerzos diplomáticos. Su lanzamiento en 1996 marcó un hito, un antes y un después, no solo para el emirato, sino para todo el mundo árabe. Un mundo lleno de contradicciones y poco acostumbrado a estos aires de libertad de expresión. A pesar del apoyo financiero del emir, la cadena ha mantenido su independencia y una reputación forjada como espacio libre de opiniones diferentes. Qatar quiere presentarse como un Estado serio, desarrollar un perfil político propio y ser visto como modelo de reformas e implicado en los asuntos internacionales.
La agilidad diplomática ha sido uno de sus puntos fuertes en los últimos años, ya que ha tratado de mediar en conflictos como Palestina, el Líbano, Sudán y Yemen. Pero tal vez su tarea más complicada sea tratar de equilibrar las exigencias contradictorias de Washington y Teherán teniendo en cuenta sus vínculos económicos con los dos; su habilidad para navegar entre enemigos no es un mero ejercicio de surf, ya que tiene buenas razones para ello: su proximidad geográfica con Irán y sus vínculos étnicos, porque más del 30% de los qatarís son de ascendencia persa. Los dos países comparten el yacimiento de gas más grande del mundo, pero la proximidad de Qatar a Irán y su relación militar con Estados Unidos - el emirato es la sede de la base militar de Al Udeid, la más grande de cuantas EEUU tiene en el golfo Pérsico - significa que sería extremadamente vulnerable en el caso de un conflicto entre Teherán y Washington.
EL MODELO qatarí tiene sus detractores, ya que asume un riesgo muy alto en una zona donde las alianzas o las enemistades cambian a ritmo rápido, tanto en política como en economía, pero ese Estado pequeño en extensión y grande en proyección necesita desarrollar una estrategia coherente pensando en el largo plazo. A pesar de la importancia de los grandes proyectos que impulsa y de sus intervenciones políticas en la escena regional, se trata de apuestas que puede ganar o perder, pero sin duda determinarán su futuro siempre que sepa jugar bien su carta ganadora.
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