Sede de la Qatar Foundation |
Parecía imposible, pero hace una semana Qatar, el pequeño emirato del Golfo, con una población de 1,6 millones de personas (el 80% de ellas extranjeras), superó todos los obstáculos y a rivales de la talla de EEUU y Japón y fue designada sede del Mundial de fútbol del 2022. Presentó una oferta diferente, con compromisos técnicos, sociales y medioambientales para rebatir los factores que jugaban en su contra. La imagen del triunfo que dio la vuelta al mundo fue la de la jequesa Mozah, Primera dama del Emirato y presidenta de la Qatar Foundation, que se implicó a fondo para lograr esta elección debido a su gran influencia internacional.
Lo esencial para este éxito, aparte del apoyo político o el potencial económico y la capacidad de Doha para aprovechar sus recursos -y de la pujanza del fútbol en una región que cuenta con millones de seguidores, lo que asegura una asistencia masiva de aficionados-, es seguramente el mensaje que se quiere lanzar en momentos de creciente tensión entre los radicales del mundo musulmán y Occidente.
También estos días los fondos de Qatar han sido los mayores inversores al adquirir acciones importantes de dos grandes constructoras, la alemana Hochtief y la francesa Vinci, operaciones seguramente relacionadas con la construcción de nuevos estadios para el Mundial del 2022. Y la semana concluye con el gran acuerdo entre el FC Barcelona y la Qatar Foundation.
Centro de excelencia
Esta fundación es, junto con la Autoridad Qatarí de Inversiones (QIA) y el fondo de infraestructuras, el instrumento principal para llevar a cabo el plan estratégico Visión 2030, cuyo objetivo es convertir el emirato en una economía avanzada en contraste con la actual, basada en los ingresos por los hidrocarburos. Aunque seguirá dependiendo de estos durante muchos años, Qatar pretende diversificar su actividad para ser reconocido como un centro de excelencia en materia de educación, investigación, salud, tecnología y deportes.
Creada en 1995, la Qatar Foundation tiene como objetivo alcanzar una sociedad basada en el conocimiento mediante inversiones en esos campos, y que esa economía del conocimiento sea capaz de competir a nivel mundial. La determinación del Estado para lograr ese objetivo la demuestra el hecho de que la fundación dispone ahora de más de 50.000 millones de dólares para financiar sus múltiples proyectos, y el compromiso del Gobierno es destinar el 2,8% del PIB anual para I+D. Actualmente el PIB es de 118.000 millones de dólares y ha crecido el 300% en los últimos seis años.
El proyecto insignia de la fundación es la Ciudad de la Educación, un campus que alberga varias filiales de universidades de renombre mundial y que acoge también el Parque de Ciencia y Tecnología de Qatar, con una inversión de 600 millones de dólares. Otro proyecto es el hospital universitario, dotado con una inversión de 8.000 millones de dólares. Entre los numerosos proyectos también hay iniciativas para reducir el desempleo juvenil en la región, canales de televisión para niños, una asociación de lucha contra la diabetes y centros ecuestres y deportivos.
Qatar quiere que el mundo le considere un Estado serio, implicado en sus problemas, y contar para la resolución de conflictos: un modelo en una región llena de contradicciones y problemas que se enfrenta al reto de crecer y prosperar sin perder su identidad cultural. Pero Qatar, pese a los grandes esfuerzos de los últimos años en reformas y la libertad de expresión que representó Al Jazira, tiene pendientes de aprobación asignaturas como los derechos humanos.
El Periódico, 11 de Diciembre 2010
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