Ahora que el mundo vive grandes convulsiones económicas y comerciales, en un momento crucial y de transformaciones, los países del Magreb, a pesar de mantener un crecimiento de alrededor del 4%, podrían sufrir los daños colaterales de este terremoto económico, sobre todo cuando la Unión Europea está tosiendo y es su primer socio económico (España, uno de los principales actores con el 12% del total). Además, el 40% del suministro energético de la UE proviene de esta zona, las remesas de sus inmigrantes en la UE suponen un gran revulsivo para sus economías y el turismo europeo es su primer cliente en países como Túnez y Marruecos. Los países del Magreb no pueden esperar a que pase esta crisis y ganar tiempo, ya que el riesgo es ver a cada uno de ellos sin poder hacer frente a las exigencias. El riesgo de no poder llegar a tiempo a la recuperación es alto y tendría un alto coste.
En 1989, Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania y Túnez firmaron un acuerdo de creación de la Unión del Magreb Árabe (UMA), que pretendía fortalecer sus vínculos históricos y geográficos. Ofrecerse como modelo de unidad árabe y presentarse como socio potencial de la vecina Europa, en contraposición a los países del Este. La integración permitía la complementariedad económica y la autosuficiencia basada en la variedad de sus recursos. La situación no ha avanzado mucho y los objetivos con los que se creó la UMA, más de dos décadas después no se han cumplido. Los sueños de su población se derrumbaron ante el muro de conflictos bilaterales y regionales, una influencia negativa que aún prevalece. Paradójicamente, es un momento crítico que exige aunar voluntades y reparar la grieta y la búsqueda de salidas para atraer inversiones y ganar las apuestas económicas.
La integración regional crearía una dinámica de mercado y sus economías de escala podrían absorber con eficacia la fuerza laboral joven y asegurarle un trabajo que evite que se extiendan las consecuencias a los países vecinos de Europa. Hoy más que nunca es el momento para la evaluación de los objetivos por los cuales se creó la UMA, porque no se han cumplido y el camino sigue atascado. Debe analizarse cómo se pueden superar los cuatros factores que condicionan el futuro del Magreb -la presión demográfica, el déficit en el índice de desarrollo humano, el cambio climático y la competitividad global-, pero también revisar unas estructuras muy diferenciadas y la dependencia de las exportaciones energéticas y productos primarios. Demasiados retos para superar sin vertebrar económicamente todo el territorio magrebí.
EN El conjunto de los países del Magreb viven 81 millones de personas con una media de edad de 24 años, y el 30% tienen menos de 15 años. La estabilidad depende de la presión demográfica y la economía; la clave es la creación de empleo. La región debe crear entre 20 millones y 25 millones de nuevos puestos de trabajo para el año 2020. La falta de una verdadera integración regional está impidiendo atraer grandes inversiones y un crecimiento suficiente. Las diferencias políticas entre Argelia y Marruecos y el cierre de sus fronteras impiden avanzar, puesto que ambos países representan el 75% del total de la población y el 70% del PIB de la zona. También pesa el débil comercio interregional, que solo representa 3% del total frente al 70% con la UE y el 21% con la ASEAN.
La integración regional aparece como el camino. Las razones son claras: un mercado único magrebí atraería inversiones en sectores clave. Algunos estudios han cuantificado el coste de la no integración económica del Magreb en unas pérdidas de 8.000 millones de euros anuales, es decir, un 2% de crecimiento del PIB, 200.000 empleos anuales en cada país de la región. Por contra, una posible integración daría unos beneficios anuales de 20.000 millones de euros, y esto repercutiría positivamente en países vecinos como España e Italia.
Pero a pesar de estas dificultades se perciben aires nuevos, impulsos de grandes infraestructuras, apuestas innovadoras, las mujeres como fundadoras de algunas de las empresas más importantes de la zona, el talento y las energías de los jóvenes y sus propuestas audaces. La sociedad civil magrebí está demostrando su capacidad de cambio con proyectos impensables hace unos años, un amplio debate e historias de éxito que con demasiada frecuencia las tapan en Europa las cuestiones de seguridad y de inmigración, porque el objetivo de crear un futuro mejor allí beneficia a la orilla norte y es una tarea de todos. La crisis podría profundizar la fractura económica del Magreb en lugar de cerrarla, pero también podría impulsar la hipotética creación de un conjunto regional integrado. La preocupación por amortiguar los efectos de la crisis podría anticipar una nueva orientación estratégica para un Magreb que lleva medio siglo de desunión. En resumen, pasar de la crisis de la integración a la integración por la crisis.
El Periódico, 10 Septiembre 2010
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